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Lo que debes saber antes de regalar flores amarillas este mes

Cada septiembre, los ramos amarillos se convierten en protagonistas en escaparates, redes sociales y conversaciones, no solo por su color vibrante, sino por los mensajes que transmiten. La tradición no oficial se relaciona principalmente con el Día Internacional de la Paz, celebrado el 21 de septiembre, y con la cultura popular influida por la telenovela argentina Floricienta.

El 21 de septiembre, instaurado por la ONU en 1981, busca promover la no violencia y la resolución pacífica de los conflictos. En este contexto, regalar flores amarillas se interpreta como un deseo colectivo de armonía, amistad y esperanza, valores universales que cruzan fronteras. La costumbre ganó fuerza en redes sociales gracias a Floricienta, donde la protagonista soñaba con recibir flores amarillas de su enamorado, fusionando así romance, amistad y símbolos de paz.

Aunque septiembre es el mes más popular para esta tradición, también se extiende al 21 de marzo, cuando inicia la primavera en el hemisferio norte. En esta fecha, las flores amarillas se regalan como expresión de amor, logros personales o alegría, dependiendo de la relación entre quien da y quien recibe.

La tradición tiene mayor arraigo en Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Paraguay, Uruguay, Brasil y Ecuador, pero en países como México se ha adoptado gracias a la viralización en redes sociales, consolidando los ramos amarillos como una tendencia cultural internacional.

No todas las flores amarillas tienen el mismo significado. Algunas opciones ideales para regalar son:

  • Girasoles: simbolizan vitalidad y dinamismo.
  • Orquídeas: aportan elegancia y son perfectas para un gesto formal.
  • Tulipanes: frescura y esperanza.
  • Gerberas: transmiten optimismo y alegría.
  • Lirios: evocan pureza y renovación.
  • Crisantemos: abundancia y felicidad.

Al elegir el tipo de flor, el gesto puede adaptarse desde un detalle romántico hasta un símbolo de amistad o celebración de logros, consolidando su valor más allá de su simple belleza.

Este fenómeno demuestra cómo la cultura popular y las redes sociales pueden transformar un objeto cotidiano en un símbolo con significado universal, capaz de unir a personas en torno a ideales de paz, alegría y esperanza.

 

 

 

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