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El sismo que despertó al Pacífico: olas, evacuaciones y miedo desde Asia hasta América

Un sismo de magnitud 8.8 estremeció esta madrugada la costa este de Rusia, a unos 136 kilómetros de Petropávlovsk-Kamtchatski, en la península de Kamchatka. Con una profundidad estimada entre 19 y 21 kilómetros, este terremoto ha sido calificado por el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) como el segundo más potente del mundo desde el devastador evento que azotó Japón en 2011 (magnitud 9.1).

El fenómeno generó un tsunami con olas de entre 3 y 5 metros, lo que obligó a las autoridades rusas a evacuar de inmediato las zonas costeras más expuestas, particularmente en la ciudad de Severo-Kurilsk y en las islas Kuriles. Si bien se reportaron heridos leves, hasta el momento no se han confirmado víctimas fatales, un saldo que, dada la magnitud del evento, ha sido calificado como afortunado.

La violencia del sismo activó alertas de tsunami en todo el Océano Pacífico. En Japón, particularmente en la isla de Hokkaido, las autoridades evacuaron a residentes ante la llegada de olas de hasta 30 centímetros. También se encendieron alarmas preventivas en China, Hawái, Alaska, la costa oeste de Estados Unidos, Canadá, Chile y otros países de América Latina.

Aunque no se ha confirmado su impacto directo en México, especialistas no descartan que las ondas sísmicas hayan sido detectadas por sismógrafos en la Ciudad de México y otras partes del país, debido a la magnitud extraordinaria del evento, aunque sin efectos perceptibles para la población.

Este terremoto se posiciona como uno de los más fuertes registrados en Kamchatka desde 1952, subrayando la vulnerabilidad sísmica de esta zona del Cinturón de Fuego del Pacífico. Las autoridades rusas y organismos internacionales continúan monitoreando activamente el comportamiento del mar ante posibles réplicas o nuevos desplazamientos del agua.

Por ahora, la alerta de tsunami se mantiene vigente en varias regiones, mientras la comunidad internacional permanece atenta a las repercusiones de este coloso telúrico que, una vez más, recuerda el poder implacable de la naturaleza.

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