En un intento desesperado por revertir su colapso demográfico, al menos 27 regiones rusas están pagando a estudiantes universitarias —e incluso a adolescentes en edad escolar— por quedar embarazadas. Los incentivos, que oscilan entre 230y1,760 dólares, han desatado un intenso debate sobre los riesgos médicos y sociales de esta medida, mientras expertos advierten que la estrategia no resolverá la crisis.
Desde enero de 2025, gobiernos locales rusos implementaron pagos únicos para:
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Estudiantes universitarias a tiempo completo (hasta 25 años).
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Adolescentes desde los 12 años, como en Kemerovo, donde 515 menores quedaron embarazadas en 2024 —un 30% más que en 2023—, incluidas cuatro niñas menores de 15.
Aunque las cifras siguen siendo bajas (solo 310 casos registrados en 2025), la tendencia preocupa a organizaciones médicas. La OMS alerta que los embarazos adolescentes aumentan riesgos como eclampsia, partos prematuros y mortalidad infantil.
¿Por qué Rusia recurre a esta polémica estrategia?
El país enfrenta una caída histórica en nacimientos:
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En 2024 solo nacieron 1.2 millones de bebés, la cifra más baja en 25 años.
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La guerra con Ucrania y la emigración masiva (se estima que 1 millón de personas abandonaron Rusia desde 2022) agravan el problema.
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Según proyecciones oficiales, la población podría reducirse a 138 millones para 2046 (frente a 146 millones en 2023).
Las autoridades insisten en que los bonos son «apoyo», no incentivo. Sin embargo, críticos como la diputada Ksenia Goryachova denuncian que se está «normalizando el embarazo adolescente», mientras demógrafos señalan que:
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No hay evidencia de que pagos por primer hijo aumenten la natalidad a largo plazo.
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En países como EE.UU. y Reino Unido, se desalientan estos embarazos por sus consecuencias sociales y sanitarias.
Controversia y riesgos
Médicos rusos consultados por la BBC destacan que:
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El cuerpo adolescente no está preparado para gestaciones seguras.
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Los bebés de madres menores tienen mayor riesgo de bajo peso al nacer y complicaciones neonatales.
A esto se suma el contexto social: muchas jóvenes rusas posponen la maternidad por falta de estabilidad económica —a pesar de los bonos estatales— o por temor al futuro en un país en guerra.
Alexei Raksha, demógrafo independiente, es contundente: «Ningún país ha logrado aumentar nacimientos incentivando primogénitos». John Ermish, profesor de Oxford, coincide: medidas temporales solo generan picos breves seguidos de caídas más pronunciadas.
Mientras, el Kremlin se distancia: aunque los gobernadores incluyeron la tasa de fecundidad como indicador de desempeño (por orden de Putin en 2024), el gobierno federal niega promover embarazos adolescentes a escala nacional.
Lo claro es que, con o sin bonos, Rusia no resolverá su crisis demográfica sin abordar problemas de fondo: el impacto de la guerra, la emigración y la falta de políticas integrales de apoyo a las familias.