En un ambiente saturado de estrategias políticas y con la mirada puesta en las elecciones venideras, Morena enfrenta un desafío que trasciende la mera popularidad en las encuestas: la equidad de género. La exigencia del Instituto Nacional Electoral (INE) para que los partidos políticos presenten una distribución paritaria en las candidaturas ha puesto a prueba los mecanismos de selección interna de Morena, y particularmente, ha agitado las aguas en la definición de los perfiles que lucharán por la defensa de la cuarta transformación en nueve entidades del país.
La controversia no tardó en aparecer. Mario Delgado, líder nacional de Morena, señaló la complejidad de la situación, destacando la necesidad de un balance que respete la paridad sin desatender los resultados de las encuestas. Este reto se evidencia con figuras como Sasil de León y Rocío Nahle, cuyos nombres resuenan con fuerza para representar a Chiapas y Veracruz, respectivamente, en contraste con situaciones como la de Jalisco, donde Carlos Lomelí se posiciona por encima de sus contrapartes femeninas, poniendo de manifiesto el dilema entre popularidad y equidad.
La polémica se acentúa en la Ciudad de México, donde un enfrentamiento ideológico entre Clara Brugada y Omar García Harfuch refleja no solo la disputa interna sino también una batalla estratégica contra las maniobras de la oposición. La selección del candidato no está dictada únicamente por los números; la militancia pide a gritos una representación genuina, algo que, según las encuestas, podría estar en riesgo si los votantes opositores influyen en el proceso interno.
Sasil de León, por el estado de Chíapas. mujer
Rocío Nahle, por el estado de Veracruz mujer
Alejandro Armenta, por el estado de Puebla hombre
Javier May, por el estado de Tabasco hombre
Rabindranath Salazar, por Morelos hombre
Carlos Lomelí, por Jalisco hombre
Antares Vásquez, por Guanajuato mujer
Verónica Camino Farjat, por Yucatán mujer
Clara Brugada, por Ciudad de México mujer
La respuesta de Morena a esta encrucijada definirá el rumbo del partido y, posiblemente, del país. La fidelidad a sus principios y a su base electoral está en juego. ¿Será este un momento de definición para la cuarta transformación o una oportunidad perdida en la historia política de México? La militancia espera, el país observa.
