Por Juan Pablo Ojeda
Un estudio internacional liderado por el Centro de Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria de la Universidad de California en Irvine sugiere que la forma del cerebro, más allá de su tamaño, podría convertirse en un indicador temprano de deterioro cognitivo y Alzheimer. La investigación, publicada en Nature Communications, revela que el envejecimiento genera cambios geométricos sistemáticos: las regiones inferiores del cerebro tienden a expandirse mientras que las superiores se comprimen.
Según la Universidad de La Laguna (ULL) en España, que también participa en el estudio, estos cambios están directamente vinculados con la pérdida de memoria, razonamiento y otras funciones cognitivas. Este patrón podría explicar la vulnerabilidad de áreas como la corteza entorrinal, una de las primeras afectadas por el Alzheimer, debido a la presión física que ejerce el envejecimiento.
El profesor Niels Janssen, autor principal del estudio y especialista en Psicología Cognitiva de la ULL, destacó que “estos hallazgos abren la puerta a identificar el riesgo de demencia muchos años antes de que aparezcan los síntomas, gracias a nuevos marcadores geométricos cerebrales”.
El trabajo conjunto con la Universidad de California subraya la importancia de comprender cómo los cambios mecánicos del envejecimiento afectan al cerebro, ofreciendo nuevas perspectivas para la detección temprana y la protección neuronal frente a enfermedades neurodegenerativas.
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