• 1 de mayo de 2024 21:41

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Transmutar los seres/Por Salvador Mendiola

Por Salvador Mendiola

CDMX a 11 de marzo, 2022 (Noticias de México/Cultura).-En el poema-libro Huevo moteado (transmutar los seres) de Adriana Tafoya está en operación el acontecimiento de la verdad, la voluntad de poder creador que ilumina con actos de habla las sombras del nihilismo y nos propone cómo superarlas. Porque Huevo moteado es poesía esencial, poesía de vanguardia. Nos saca de lo oculto lo que aún está por venir, la verdad de la liberación femenina de la humanidad. Le da un mito nuevo a la expresión poética de las mujeres, el mito de la androginia maternante, lo prohibido por el patriarcado. Algo que requiere de tiempo y esfuerzo para ser entendido por completo. Tal es la grandeza e importancia del texto de este poema de Tafoya. Lo que aquí espero ayudar a comenzar a explicar.

La verdad de que este libro-poema nos habla no se manifiesta en lo inmediato, no es lo evidente de las apariencias; la verdad de Huevo moteado es un acontecimiento que debe ser descubierto por medio de la poesía, como se descubre una estrella desconocida o un espacio donde antes no había llegado el hombre. Tal es la razón de que Huevo moteado incluya para su presentación dos textos de prólogo, dos umbrales convenientes para iniciar la des-ocultación de lo esencial del poema de Tafoya: el nuevo mito del origen de los orígenes que no comienza ni finaliza, la esencia del arte, la fijeza, la fuerza de voluntad que hace realidad lo que nombra. Un nuevo origen para la conciencia humana.poesía

El primer umbral o prólogo de Huevo moteado lleva por título “Mácula” y fue escrito por Ignacio Ballester Pardo, catedrático de la Universidad de Alicante. Con gran erudición y profundidad hermenéutica nos plantea: <<Estamos ante un libro que canta tanto a la muerte como a la vida de aquello que no acabó de engendrarse, de lo que quedó en mancha, de lo que no dio a luz en la noche, con la fuerza de los ya citados Frazer y Graves al estudio del sol y la luna. Nuestro planeta se confiere, al cabo, «sobre el huevo terráqueo».>> Y sobre el concepto esencial que organiza el libro como “transmutar los seres”, Ballester Pardo nos dice: << La vida se transmuta en ellas, en las mujeres. Con base en una perspectiva de género la metáfora del ajedrez en Tafoya nos recuerda (una y otra vez, en el tiempo que encapsula el huevo-óvulo-paréntesis) «el poder (infinito) de la dama en el tablero». Y el eco origina su sonido sobre la superficie. Las palabras, las manchas, registran esa energía.>>

Porque estamos ante una metafísica de creación de lo cotidiano, fuera de lo banal. Transmutar los seres del viejo mundo en los nuevos seres del mundo que está aún por venir a ser cierto. Es el discurso que desvela el sentido del huevo del mundo, el huevo cósmico, el caos que nos envuelve y el orden que nos transforma. Una fuerza sustancialmente femenina, capaz de envolver a los dos sexos para hacerlos ser historia, sentido paradójico contra el sinsentido dominante. Porque “la vida se transmuta en ellas, en las mujeres”. Sin embargo, <<“…el mundo no cabe en un libro” (…) Huevo moteado no es sino la (im)perfección que recae en la circularidad: una consecución de postulados para las ciencias, las artes y las religiones.>>

La “mácula” de este poema es un hecho multívoco, muchas cosas que son una sola cosa y una cosa que desea ser muchas cosas, todas las cosas. Porque “mácula” es una mancha, una imperfección, un lunar, una peca; pero también se llama “mácula” al punto clave de la mirada en la tela de la retina de cada uno de los dos ojos, el punto central donde brota la memoria de los movimientos y las sombras, la memoria que le da valor real a lo visible. Con esta información diversa es necesario llegar a la lectura e interpretación del poema.

El segundo prólogo o umbral para ingresar en la profundidad vanguardista de Huevo moteado se titula “Arjé” y lo firma la poeta Alejandra Estrada Velázquez. Para la tradición filosófico-poética de Occidente, “Arjé” es el nombre del fundamento material originario, del origen y comienzo de la creación, el/la “arché genéseos”.

<<El yo lírico se transforma conforme avanza el libro, es una mujer de muchos rostros que un momento es diosa y otro, madre, sacerdotisa, profeta, oráculo, bruja, princesa, ninfa. La propuesta léxica y formal de este libro nos revela esa constante metamorfosis. El yo habla de lo que sucede a su alrededor y en su interior, relata lo que ve desde lo sagrado de ser una deidad hasta lo que se revela en sus sueños, en el inconsciente. Hay un registro simbólico que va desde la historia universal a los mitos que se pueden escuchar en un mercado; los de la sabiduría popular.>>

Y para valorar la novedad de este gran poema de Adriana Tafoya, nos plantea Estrada Velázquez que es importante destacar que: <<…bien podría ser calificado como una pintura surrealista, pues conviven en él estas técnicas de luminosidad y sombra, el mundo real y la vida del sueño, las pesadillas y los seres imposibles: “minúsculos canguros con nariz de espiritrompa, musarañas-calamar. / Algún roedor con tentáculos de pulpo, algún pájaro hecho de flores”, en un mundo alumbrado por la luna. Adria, la de cabellera sin límites, podría ser esa dama que da de comer a la luna enjaulada en un cuadro de Remedios Varo, pero esta vez fuera de la jaula, acomodada en su regazo; los sátiros y faunos usan los relojes que pintaba Dalí; los animales que habitan este bosque son los que pinta Mark Ryden y las mujeres se visten de azul como en los cuadros de Chagall.>>

Lógico, los dos umbrales que aquí he citado son textos muy completos, auténticas llaves maestras para abrir las puertas del gran edificio poético construido por Adriana Tafoya en Huevo moteado. Aquí he hecho un montaje de citas de ambos documentos para elaborar mi propio puente de ingreso al poema y con ello invitar a leer el libro entero, sin ignorar los dos prólogos. Porque el libro de Tafoya habla directamente con las lecturas e interpretaciones del futuro; lo que implica lecturas muy cuidadosas, fuera de lo normal.

poetisaCuando se dice que vivimos la era donde todos los mitos dejan de tener sentido, la época en que ninguna verdad puede sostener los juegos de lo social y humano, la poeta Adriana Tafoya construye su mito y nos da la verdad, sobre grandes mitos y contra grandes mitos a la vez. Un mito de este siglo, después de la muerte de Dios y después del final del patriarcado.

Ya se hizo notar que los fundamentos simbólicos del mito que presenta Huevo moteado provienen del pensamiento de un antropólogo e historiador de la religión, J. G. Frazer, autor de La rama dorada, y de un poeta, Robert Graves, autor de La diosa blanca; quienes hablan de la devoción antigua por la Gran Diosa Madre, la Diosa Triple. Los tiempos del matriarcado anterior al actual patriarcado, un matriarcado que el inconsciente machista ha tratado de ocultar y olvidar. Propuestas muy debatidas; pero que han venido a ser confirmadas por las serias investigaciones de la arqueóloga Marija Gimbutas, quien ha demostrado la existencia material concreta de un periodo histórico donde las mujeres fueron quienes gobernaron lo sagrado, lo social y lo natural. La “gilania” o sociedad andrógina donde varones y mujeres se comportaron de acuerdo a un orden matriarcal más justo y equitativo, por reconocer el valor real del trabajo trascendental del sexo femenino como reproductor concreto de la vida humana. Un matriarcado no dualista ni maniqueo, un matriarcado efectivamente compartido y misericordioso, que podemos situar más allá de lo que llamamos “historia”, antes del bien y del mal, antes de lo bueno y lo malo… Un orden simbólico no exactamente del equilibrio entre los sexos, sino de la serenidad, de la no competencia a muerte, de la voluntad de entendimiento; sin envidia del pene y sin envidia de la sangre menstrual. Orden al que el poema de Tafoya nos mueve a querer convocar de nuevo en la realidad de nuestra historia política y psíquica presente.

La novedad del mito de Huevo moteado consiste en no ser cuestión de una Gran Diosa sino de cinco diosas pequeñas, diosas humanas, las “deidas” que son formas de divinidad menor, muy humanas y ciertas. Porque la luna no tiene solamente tres fases, en realidad son cinco sus rostros, como los dedos de la mano y como las puntas de la estrella de las brujas. Otra novedad importante radica en que el relato de este nuevo mito de la creación y el Ser y los seres no depende del cuadro básico de los mitos de la Biblia y su Dios Único Macho. La poesía de Adriana Tafoya encuentra lo sagrado en lo cotidiano inmediato, al despojarlo de su normalidad y ponerlo en relación con la inquietud del ser poético. Saber que las palabras como cosa no dicen nada, son sonidos, letras, sílabas, significante vacío; para darles significado, para hacer que adquieran sentido, deben reconocerse como cosa signo, como señales que relacionan la señal con lo señalado y quien lo señala: comunicación entre personas vivas… “Maternar”. A ello responden sus versos con metáforas conceptuales, cargadas de alusión, deseando decir más al señalar hacia afuera del texto, al crear intertextualidad, tejido de ideas, la trama del concepto. No son fríos números matemáticos, son cifras vivientes, la vibración del negro y el blanco en el juego de ajedrez; porque Tafoya es una poeta que maneja el tablero de ajedrez y sus piezas como otr@s poetas lo han hecho con las cartas del Tarot o con los caracoles de la santería afrocubana.

(…)

Considero conveniente, por razones de espacio, llegar nada más hasta aquí con este mi primer intento de construir un puente para entrar al análisis del texto en sí de este gran poema-libro de Adriana Tafoya, una poeta que con Huevo moteado (Transmutar los seres) demuestra ser consistente como creadora de imágenes y con una personalidad propia, una escritora con una obra poética creciente, resultado de más de veinte años de trabajo constante, y una obra que en este momento histórico y con este poema en concreto llega a un punto de verdad muy elevado dentro de la creación artística universal; pues se puede considerar que la verdad que Huevo moteado saca de lo oculto con sus versos está en diálogo abierto con las almas nobles y debate directo con el tejido conceptual y espiritual de obras cumbre de nuestra literatura, como son Piedra de sol de Octavio Paz o Suave Patria de Ramón López Velarde; pero también con Muerte sin fin de José Gorostiza y Sindbad el varado y Libro de Ruth de Gilberto Owen. Y aquí yo podría llenar páginas con más y más referencias del canon y de la contracultura. Para entonces comenzar a sentir que Huevo moteado vuela tan alto como el Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, y por su valor experimental de vanguardia con un texto como Las olas de Virginia Woolf y como los grandes momentos de la poesía feminista de Mary Daly y Adrianne Rich. De modo que así también veo que Adriana Tafoya dialoga y debate con la poética religiosa esencial de Gloria Gervitz y de Mónica Mansour. Otra vez la transtextualidad del poema me puede llevar a llenar páginas y páginas con las valiosas referencias literarias y culturales que le dan marco y sentido. Y así considero yo que la virtud máxima del poema de Tafoya es hablar desde el punto de vista de un ateísmo ilustrado contemporáneo, sin ilusiones teológicas y con una erudición universal, y todo como un discurso necesariamente femenino, feminista, que nos emancipa del esquema maniqueo y monótono del padre, el patrón y la patria.

Te airas, te acuas, te tierras, te llamas y es mi llamado;
estas manos, que tienen dificultad para transcribir la sutileza,
la ternura en versos –para ti–, aún no pronunciados.
Nombrarte es el ruido que cabe en el silencio.

 

[TAFOYA, Adriana. Huevo moteado (Transmutar los seres). Editorial Ultramarina y Editores Campo literario. México, 2021. 92 pp.]

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