Por Juan Pablo Ojeda
Mientras crece la controversia regional por la aprobación de la reelección presidencial indefinida en El Salvador, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, optó por una respuesta prudente y diplomática. Durante su conferencia matutina de este viernes, evitó emitir juicios sobre la reforma impulsada por Nayib Bukele y su partido Nuevas Ideas, y se limitó a afirmar que respeta al pueblo salvadoreño y su soberanía.
“Esa es la política exterior mexicana, y que el pueblo de El Salvador siempre decida”, dijo desde Palacio Nacional, en un mensaje que marca distancia y sigue la línea tradicional de no intervención que ha caracterizado la postura de México frente a decisiones políticas internas de otros países.
La declaración de Sheinbaum llega justo después de que el Congreso salvadoreño aprobara una serie de reformas constitucionales que abren la puerta a la reelección indefinida del presidente Bukele, quien ya fue reelecto en 2024, y ahora podría extender su permanencia en el poder más allá de 2029. Entre los cambios avalados, destaca la eliminación de la segunda vuelta electoral, la extensión del mandato presidencial de cinco a seis años, y la posibilidad de postularse sin límites.
Ana Figueroa, diputada del partido Nuevas Ideas, justificó la reforma señalando que “todos los cargos de elección popular en El Salvador permiten la reelección, menos la Presidencia”, y que esta reforma viene a corregir lo que consideran una excepción injustificada.
Además, se aprobó una disposición transitoria que adelanta la finalización del mandato actual de Bukele al 1 de junio de 2027 —dos años antes de lo previsto— con el argumento de unificar las elecciones presidenciales, legislativas y municipales. Esto, en la práctica, permitiría al mandatario salvadoreño volver a contender por la presidencia bajo las nuevas reglas.
Este giro en la política salvadoreña ha generado inquietud internacional sobre el rumbo democrático del país centroamericano. No obstante, desde México, la presidenta Sheinbaum dejó claro que su gobierno no intervendrá en el debate, reafirmando la política de respeto a la autodeterminación de los pueblos.
Aunque escueta, la postura de Sheinbaum busca mantener una relación estable con los países vecinos, sin cerrar la puerta a posibles cuestionamientos futuros. En un escenario internacional tenso y con los reflectores puestos sobre la permanencia en el poder de líderes como Bukele, la presidenta mexicana optó por la cautela.
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