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Rescatar el cacao: orgullo mexicano en riesgo

Por Bruno Cortés

 

En el Congreso también se habla de chocolate, y no es metáfora. Esta semana, la diputada Leticia Barrera Maldonado, del PRI, le dio voz y espacio a uno de los tesoros más antiguos y sabrosos de México: el cacao. Sí, ese mismo que nuestros antepasados usaban como moneda, medicina y hasta para conectar con los dioses. Con la inauguración del V Seminario Internacional “Sostenibilidad en la Cadena de Valor Cacao–Chocolate”, la legisladora puso el dedo en una llaga que a veces se nos olvida: el país donde nació el cacao, hoy apenas pinta en el mapa mundial del chocolate.

Con tono firme pero sentido, la diputada —que preside la Comisión de Desarrollo y Conservación Rural, Agrícola y Autosuficiencia Alimentaria— llamó a no dejar morir un cultivo que es símbolo nacional y sustento para miles de familias, sobre todo indígenas, que lo siguen trabajando a pesar del abandono, los bajos precios, el cambio climático y hasta las plagas.

¿Y qué es eso de “cadena de valor”? Nada más y nada menos que todo el proceso que va desde sembrar la semilla del cacao hasta que tú le das la primera mordida a una barra de chocolate. Incluye al productor, al que transforma el grano, al que lo comercializa, al que lo exporta y al que lo convierte en productos como mole, licores, dulces o bebidas tradicionales como el pozol y el tejate.

La paradoja, como bien lo dijo Barrera Maldonado, es clara: mientras otros países como Costa de Marfil, Ghana o Indonesia producen miles de toneladas de cacao para abastecer al mundo, México apenas contribuye con el 1% de la producción global. ¿Cómo pasó esto? Entre otras razones, porque el campo fue olvidado en las políticas públicas durante décadas. Y ahora, rescatarlo implica más que buenas intenciones: requiere inversión, ciencia, educación, comercio justo y voluntad política real.

Por eso este seminario no fue sólo para tomarse la foto. Reunió a los que realmente le meten las manos a la tierra y al mercado: productores, investigadoras, técnicos, empresarias, académicos y hasta visionarios que buscan que el cacao no solo sobreviva, sino que brille como lo merece. Voces como la del secretario general de la Universidad Autónoma Chapingo, Josué Vicente Cervantes Bazán, recordaron que el campo vive en incertidumbre constante, pero sigue resistiendo gracias a la perseverancia de su gente.

La jornada también fue una fiesta de cultura. Se montó una exposición artesanal con productos que dan muestra de la diversidad y riqueza del cacao mexicano: bebidas como el pozontle y el agua de barranca, licores de cacao, dulces típicos, mole, chocolates de Tabasco, Oaxaca, Chiapas, Guerrero… todo un mosaico de sabores que, más allá del gusto, cuentan historias de pueblos y tradiciones.

Este tipo de eventos, aunque parezcan pequeños desde fuera del Congreso, pueden ser el empujón que necesita una política pública para cobrar vida. Porque cuando se crean espacios de diálogo y se escucha a quienes conocen el campo desde abajo, se pueden construir leyes, programas y presupuestos que realmente cambien las cosas.

Lo que está en juego no es sólo un cultivo. Es una identidad, una economía local, una historia que aún puede tener futuro si se la cultiva con cuidado. Así que, la próxima vez que pruebes un buen chocolate mexicano, piensa en lo mucho que cuesta que ese sabor llegue a tu paladar… y en lo necesario que es que desde el Congreso se defienda ese legado.

Porque el cacao no solo es comida. Es raíz, es cultura, y sí: también es política.

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