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Programas sociales: el pilar político y fiscal del Paquete 2026

Por Bruno Cortés

El Paquete Económico 2026 es, más que una hoja de cálculo, un manifiesto político: asegura que los programas sociales se mantendrán como la piedra angular del gasto público. Hacienda reconoce que habrá déficit y deuda, pero insiste en blindar las transferencias directas que hoy llegan a más de 32 millones de familias mexicanas

Entre los pilares se encuentra la Pensión Universal para Adultos Mayores y la Pensión Mujeres Bienestar, destinada a mujeres entre 60 y 65 años. A esto se suman los apoyos a personas con discapacidad permanente y el programa Salud Casa por Casa, diseñado para adultos mayores y población vulnerable. Una estrategia que, más allá de las cifras, se traduce en votos y legitimidad política

La educación tampoco queda fuera. El presupuesto incorpora la Beca Universal de Educación Básica Rita Cetina, con el objetivo de reducir la deserción y asegurar un piso mínimo de inclusión educativa. Todo acompañado de un incremento salarial que promete superar nuevamente a la inflación, una fórmula que mezcla bienestar social con promesas de dinamismo económico

El discurso oficial se reviste de éxito: más de 13.4 millones de personas salieron de la pobreza entre 2018 y 2024, un dato que se exhibe como prueba del “efecto Bienestar”. Sin embargo, detrás del festejo late la pregunta inevitable: ¿es sostenible mantener este nivel de gasto con una deuda pública que ya bordea el 52% del PIB?

En paralelo, el gasto en vivienda social se fortalece con el Programa Vivienda para el Bienestar, que promete dar un hogar digno a los sectores más marginados. La narrativa apunta a garantizar derechos constitucionales: salud, educación, vivienda y pensiones. Todo bajo la sombrilla de un modelo de desarrollo “con bienestar y humanismo”

El diseño fiscal refleja esta prioridad. Aunque se habla de austeridad y eficiencia, lo cierto es que el gasto social seguirá en niveles históricos, incluso por encima del promedio de las últimas administraciones. La inversión en infraestructura se justifica como complemento: trenes, puertos y energía al servicio de una política redistributiva que busca sostener la legitimidad de la Cuarta Transformación

La apuesta no carece de riesgos. Si bien los programas sociales ayudan a reducir pobreza y desigualdad, también representan compromisos permanentes que limitan la capacidad de maniobra en caso de crisis económicas o choques externos. Con una recaudación tributaria aún débil frente a estándares internacionales, el margen para financiar este piso de bienestar sin recurrir a deuda sigue siendo estrecho

En resumen, el Paquete Económico 2026 confirma que el Bienestar llegó para quedarse. Lo que queda por ver es si la economía mexicana podrá sostener, sin tambalear, el costo de un Estado social cada vez más robusto. La paradoja es clara: los programas sociales son políticamente inamovibles, pero fiscalmente cada vez más pesados. Y como suele ocurrir, los números se discuten en Hacienda, pero los costos se sienten en los hogares.

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