Por Juan Pablo Ojeda
Aunque parezca difícil de creer, existe una condición neurológica que impide a ciertas personas disfrutar de la música. Se trata de la anhedonia musical específica, un fenómeno raro —pero real— que afecta a cerca del 3 % de la población mundial, y que acaba de ser analizado en profundidad por un equipo de investigadores de la Universidad de Barcelona (UB).
En un artículo publicado en la revista científica Trends in Cognitive Sciences de Cell Press, los neurocientíficos explican que el origen de esta condición no está en el oído ni en la apreciación estética, sino en una desconexión cerebral entre el sistema de recompensa —que nos hace sentir placer al comer, bailar o tener relaciones sexuales— y la red auditiva.
Es decir, estas personas pueden oír perfectamente y entender la música, pero su cerebro simplemente no la asocia con ninguna sensación placentera.
El cerebro escucha, pero no disfruta
La investigación, liderada por Josep Marco-Pallarés y Ernest Mas-Herrero, del Departamento de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la UB, se basa en estudios con resonancia magnética funcional y en pruebas psicológicas aplicadas a 45 participantes con diferentes niveles de respuesta emocional a la música.
Las imágenes cerebrales mostraron que quienes padecen anhedonia musical no presentan daño alguno en las zonas auditivas del cerebro ni en su sistema de recompensa. De hecho, estos individuos reaccionan positivamente a otros estímulos gratificantes, como el dinero, pero no ante piezas musicales como Las Cuatro Estaciones de Vivaldi.
Esto apunta a un fenómeno de desconexión funcional: las regiones que procesan el sonido trabajan bien, y las que generan placer también, pero no están bien conectadas entre sí.
Una herramienta para medir el placer musical
Uno de los principales aportes del equipo catalán fue el desarrollo del Cuestionario de Recompensa Musical de Barcelona, una escala que evalúa cinco formas en que la música puede ser placentera:
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Generar emociones intensas.
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Regular el estado de ánimo.
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Facilitar la conexión social.
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Motivar el movimiento o baile.
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Satisfacer la curiosidad o el deseo de novedad.
Las personas con anhedonia musical específica obtienen puntuaciones notablemente bajas en estos cinco aspectos.
¿Es genética, ambiental o reversible?
Aunque todavía no se sabe con certeza qué causa esta desconexión, el equipo de la UB colabora con genetistas para buscar factores hereditarios. También planean investigar si se trata de una característica estable o si puede modificarse con el tiempo —o incluso revertirse— mediante entrenamiento o intervención terapéutica.
Lo cierto es que esta condición representa un nuevo paradigma para entender cómo el cerebro experimenta el placer, no solo con la música, sino también con otras experiencias sensoriales.
Los autores proponen un modelo cerebral más amplio: las experiencias de recompensa dependen no solo del buen funcionamiento del sistema de placer, sino de su interacción efectiva con las redes perceptuales específicas. Esto podría abrir la puerta a comprender otras formas de anhedonia, como la alimentaria o la social, con posibles implicaciones clínicas.
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