Por Bruno Cortés
En un momento en el que el mundo parece caminar sobre terreno inestable, con guerras abiertas, crisis humanitarias y un sistema internacional cada vez más cuestionado, desde el Congreso mexicano se lanzó un mensaje claro: la política exterior no puede quedarse en discursos bonitos ni en reuniones de trámite. Durante un encuentro de alto nivel, se puso sobre la mesa la necesidad de que la relación entre México y la Unión Europea se renueve y responda a los problemas reales que hoy preocupan a las sociedades.
El diputado Vázquez González fue directo al diagnóstico. Dijo que vivimos en un entorno global particularmente complejo, donde el orden internacional que costó décadas construir hoy está en riesgo por los conflictos armados, el avance de discursos de odio y la falta de cooperación efectiva entre países. En ese contexto, subrayó que la diplomacia parlamentaria tiene un papel fundamental, porque permite tender puentes, dialogar y coordinar esfuerzos más allá de los gobiernos en turno.
Para el legislador, esta relación bilateral debe ir más allá del protocolo y convertirse en un ejercicio de responsabilidad compartida. Temas como la sostenibilidad, los derechos humanos y la migración no son asuntos lejanos ni abstractos, sino problemas que impactan directamente en la vida cotidiana de millones de personas. Si México y la Unión Europea quieren estar a la altura del momento histórico, afirmó, los legisladores tienen que escuchar las demandas reales de sus pueblos y traducirlas en cooperación concreta.
Vázquez González insistió en que el verdadero reto no es resistir la crisis global, sino construir nuevos modelos de cooperación que apuesten por la paz, la transición energética, la justicia social, la igualdad de género y el desarrollo sostenible. Desde su visión, la relación México-Unión Europea está llamada a ser más ambiciosa, comprometida con la transformación y con valores como la equidad, los derechos humanos y la paz.
En materia de seguridad, el diputado lanzó un mensaje que busca romper con la polarización. Aseguró que la seguridad nacional no se construye con estridencias ni con discursos improvisados, sino con responsabilidad y visión de Estado. Reconoció que México enfrenta desafíos serios, pero rechazó la narrativa de que el país esté rebasado. Señaló que, por primera vez en décadas, existe una estrategia que combina inteligencia operativa, coordinación institucional y combate directo a las finanzas del crimen organizado.
Como ejemplo, citó cifras que, dijo, muestran resultados: una reducción de 46 por ciento en delitos diarios, 28 por ciento menos feminicidios, 32 por ciento menos homicidios dolosos y una caída de 69 por ciento en el secuestro. A esto se suma el golpe a la estructura económica del crimen, como la política de “cero impunidad” contra el contrabando de hidrocarburos, que permitió recuperar más de 96 millones de litros de combustible robado y detener a criminales, empresarios y funcionarios involucrados.
Sin embargo, el legislador puso el acento en un tema clave: el mayor riesgo para la seguridad nacional no son las drogas, sino las armas. Recordó que ocho de cada diez armas usadas en delitos en México provienen de Estados Unidos y Europa, y entran de forma ilegal desde un mercado internacional sin regulación efectiva. Por eso, cuestionó cómo se puede hablar de seguridad sin asumir la corresponsabilidad global en el tráfico de armas, un fenómeno que no conoce fronteras.
En el plano internacional, condenó los conflictos armados actuales. Rechazó la guerra en Ucrania y calificó lo que ocurre en Gaza como un genocidio, al señalar que la muerte masiva de civiles, el bloqueo de alimentos y la destrucción de hospitales y escuelas no pueden justificarse. Afirmó que la neutralidad frente a la barbarie no es diplomacia, sino complicidad, y recordó que la política exterior de México se construye desde su historia y principios.
El encuentro también abordó avances y pendientes en igualdad de género. Se reconoció como un hecho histórico la elección de la primera mujer presidenta en México y los marcos legales creados para combatir la violencia y la desigualdad. No obstante, se admitió que persisten retos como la brecha salarial, la violencia digital y las desapariciones forzadas, problemas que tanto México como la Unión Europea enfrentan desde realidades distintas, pero con desafíos comunes.
Ambas partes coincidieron en la necesidad de fortalecer la cooperación, intercambiar buenas prácticas y promover la inclusión, poniendo especial atención en las mujeres indígenas. Finalmente, se reconocieron avances y retos compartidos en temas como migración, justicia digital, derechos humanos, seguridad energética y cambio climático, dejando claro que, en un mundo en crisis, la cooperación internacional ya no es una opción, sino una necesidad.

































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