La relación entre México y Estados Unidos ha sido históricamente compleja, marcada por momentos de colaboración pero también por episodios de tensión donde prevalece la imposición unilateral. Ricardo Monreal, coordinador del Grupo Parlamentario de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), ha denunciado que la dinámica actual está lejos de basarse en acuerdos equitativos. En cambio, señala que Washington recurre a tácticas de presión judicial y económica que socavan la soberanía mexicana y erosionan la confianza bilateral.
Monreal subraya que la seguridad entre ambas naciones no puede construirse mediante amenazas o chantajes, sino a través de datos verificables, diálogo institucional y, sobre todo, dignidad. En un artículo titulado «Testigos protegidos y aranceles; marionetas del sistema estadounidense», el legislador expone cómo gobiernos conservadores en EE.UU., como el de Donald Trump, han instrumentalizado tratados comerciales y procesos judiciales para condicionar a México. Un ejemplo claro es la extradición de Ovidio Guzmán en 2023, presentada como un gesto de cooperación, pero utilizada después para reforzar narrativas que criminalizan a México y justifican intervenciones.
Además, Monreal critica el uso de testigos protegidos —muchos de ellos con credibilidad cuestionable— cuyas declaraciones se filtran a medios o se emplean políticamente para desacreditar a autoridades mexicanas. A esto se suma la amenaza recurrente de aranceles, como los que Trump prometió reinstaurar en agosto si México no frenaba el fentanilo o la migración, ignorando los récords de decomisos logrados en el actual sexenio.
El patrón, según Monreal, es claro: cuando EE.UU. busca imponer una agenda, abandona el diálogo y opta por coerción económica o judicial, aprovechando asimetrías de poder. Lo más preocupante, afirma, es que estas acciones suelen sincronizarse con ciclos electorales estadounidenses, donde México termina como chivo expiatorio para distraer de crisis internas.
Frente a esto, el legislador insiste en que es urgente replantear los términos de la relación bilateral. «El respeto debe ser recíproco», recalca, y advierte que México no puede seguir siendo rehén de vaivenes políticos ajenos. La solución, concluye, pasa por una cooperación auténtica, donde las decisiones se sustenten en evidencias —no en presiones— y donde la dignidad de ninguna de las partes quede supeditada a intereses unilateral
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