Por Juan Pablo Ojeda
En un giro inesperado, la presidenta Claudia Sheinbaum confirmó este jueves que hubo un intento de soborno en Pemex, aunque —aclaró— no se consumó gracias a la intervención oportuna del gobierno mexicano. En su conferencia matutina, llamada la “Mañanera del Pueblo”, la mandataria explicó que en cuanto se detectaron irregularidades en los contratos, estos fueron cancelados de inmediato.
“Sí hubo un intento de soborno, pero no se llevó a cabo”, aseguró la presidenta, dejando claro que el gobierno actuó con rapidez y decisión. En los próximos días, añadió, será la recién creada Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno la que dé a conocer más detalles sobre quiénes estuvieron detrás del intento de corrupción dentro de la paraestatal.
Lo que ya se sabe —y no viene de México, sino de Estados Unidos— es que el caso cruzó fronteras. El Departamento de Justicia estadounidense reveló que dos ciudadanos mexicanos, ambos residentes legales en Texas, están acusados de intentar pagar al menos 150 mil dólares en sobornos a funcionarios de Pemex y su filial Pemex Exploración y Producción.
Los señalados son Ramón Alexandro Rovirosa Martínez, de 46 años, quien ya fue detenido en EE.UU., y Mario Alberto Ávila Lizárraga, de 61, quien permanece prófugo. Ambos enfrentan un cargo por conspiración para violar la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero, además de tres cargos adicionales por violaciones sustanciales de esa misma ley.
La acusación pone de nuevo a Pemex en el ojo del huracán, una empresa que ha sido objeto de múltiples señalamientos de corrupción en sexenios pasados. Sin embargo, el gobierno de Sheinbaum busca marcar distancia con una política de cero tolerancia y respuesta rápida ante cualquier intento de corrupción, según el discurso oficial.
Ahora, todas las miradas están puestas en lo que revelará la Secretaría Anticorrupción en los próximos días: ¿Quiénes dentro de Pemex sabían del intento? ¿Cómo se detectó? ¿Y qué más saldrá a la luz sobre esta red de sobornos?
Por ahora, el mensaje político está claro: el gobierno de Sheinbaum busca diferenciarse con acciones inmediatas y transparencia. La pregunta es si esto será suficiente para cambiar la percepción de una empresa históricamente asociada con escándalos.
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