Por Juan Pablo Ojeda
En un momento de tensión creciente entre México y Estados Unidos en materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico, la fiscal general Pam Bondi lanzó una declaración que ha encendido alarmas: colocó a México en la misma categoría que Irán, China y Rusia, al referirse a los países que representan una amenaza para la seguridad estadounidense.
Durante una comparecencia ante el Comité de Gastos del Senado en Capitol Hill, la funcionaria fue cuestionada por el senador republicano Lindsey Graham, uno de los más duros críticos de la política mexicana en torno al combate al crimen organizado. El legislador fue tajante: “La mitad de su país está en manos del crimen organizado. Aquí nunca estaremos seguros hasta lograr que México cambie lo que hace”.
Bondi evitó responder directamente sobre el papel de México y sugirió tratar el asunto en sesión privada, lo que generó molestia en el senador Graham. Ante la evasiva, Graham redobló el tono y acusó frontalmente al gobierno mexicano de no colaborar eficazmente en la lucha contra los cárteles.
Pero el momento más delicado vino cuando Bondi abordó el tema de amenazas globales. Al hablar de posibles adversarios para Estados Unidos, mencionó explícitamente a México junto con Irán, Rusia y China, afirmando que “ninguno de ellos logrará intimidar a Estados Unidos”. Añadió que el expresidente Donald Trump ya había dejado claro que su país tomaría todas las medidas necesarias para protegerse, tanto de amenazas militares como del tráfico de drogas.
Estas declaraciones llegan en un momento especialmente sensible para las relaciones bilaterales. Por un lado, Washington endurece su postura frente al flujo de fentanilo y otros opioides que cruzan la frontera. Por otro, México defiende su soberanía y rechaza ser responsabilizado unilateralmente por la crisis de drogas que afecta a Estados Unidos.
El señalamiento de Bondi, al equiparar a México con países considerados enemigos geopolíticos tradicionales de EE.UU., marca un deterioro en el lenguaje diplomático que no pasará desapercibido en Palacio Nacional. Aunque se trató de una comparecencia legislativa y no de una declaración oficial del gobierno de Biden, el impacto político y mediático es innegable.
La narrativa de que «México no ayuda» ha sido impulsada por figuras del Partido Republicano en los últimos años, y con las elecciones presidenciales de 2026 en el horizonte, este tipo de discursos podrían intensificarse como parte de las plataformas electorales conservadoras.
México, que históricamente ha buscado una relación de cooperación —pero sin subordinación— con EE.UU., deberá ahora responder con cautela, pero también con firmeza, para evitar que estas declaraciones abonen a un clima de desconfianza o justifiquen posibles acciones unilaterales por parte del gobierno norteamericano.
El mensaje es claro: las relaciones entre México y Estados Unidos podrían entrar a una nueva etapa de fricción si no se redefine el tono y la cooperación en temas clave como seguridad y combate al narcotráfico.
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