Por Juan Pablo Ojeda
En una ceremonia solemne pero cargada de mensajes directos, el papa León XIV presidió por primera vez la misa dedicada a la Virgen de Guadalupe en la Basílica de San Pedro, donde pidió proteger a los jóvenes de las amenazas que enfrentan en México y Latinoamérica: el crimen, las adicciones y la pérdida de sentido de vida.
Desde el altar mayor y en español, el pontífice hizo un llamado a la Virgen del Tepeyac para acompañar a las nuevas generaciones “con fuerza y valor”, recordando que muchas veces el entorno las empuja “en otra dirección”. Su homilía, traducida a tres idiomas, buscó resaltar el carácter continental de la devoción guadalupana.
León XIV también dirigió un mensaje a gobernantes y sociedades del continente. Exhortó a rechazar la polarización, el odio y la mentira como herramientas políticas, y pidió que la autoridad se ejerza “como servicio y no como dominio”. Su discurso, marcado por referencias a la violencia en México, insistió en custodiar la dignidad humana y en mantener viva la unidad entre los pueblos de América.
El líder de la Iglesia recordó que la Virgen de Guadalupe ha sido, por siglos, un símbolo de consuelo colectivo: “En el Tepeyac, ella despierta en los habitantes de América la alegría de saberse amados por Dios”. Desde su cuenta oficial en español reforzó el mensaje: frente a los conflictos actuales, la Virgen continúa diciendo “¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?”.
En el marco del 12 de diciembre, el pontífice sostuvo una llamada con la presidenta Claudia Sheinbaum, quien reiteró la invitación para que visite México. León XIV ha expresado su deseo de acudir personalmente a la Basílica de Guadalupe, aunque aclaró que su agenda aún no permite fijar una fecha. La invitación se suma a la hecha previamente por la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, durante el inicio de su pontificado.
Al cierre de la misa, el mensaje fue claro: la fe guadalupana sigue siendo un punto de encuentro en un México marcado por desafíos de seguridad, desigualdad y ruptura social. Para León XIV, proteger a los jóvenes y fortalecer la esperanza es una responsabilidad compartida entre creyentes, gobiernos y comunidades.

































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