Por Bruno Cortés
El debate económico en el Congreso volvió a calentar los ánimos, y esta vez, el tema que prendió la mecha fue el aumento al Impuesto Especial sobre Productos y Servicios (IEPS) en las bebidas azucaradas. Lo que parece una medida fiscal técnica, en realidad tiene un impacto directo en los bolsillos de todos los días —en el refresco del almuerzo, el juguito del recreo o la botella de té que compras en la tienda.
El diputado Elías Lixa Abimerhi, coordinador del PAN en la Cámara de Diputados, no se guardó nada y aseguró que este incremento “no lo van a pagar las grandes empresas, sino las familias mexicanas”. Según explicó, el IEPS no se cobra a las utilidades de las compañías, sino que se traslada directamente al consumidor, es decir, a la gente. O sea, no es Coca-Cola ni Peñafiel las que absorben el golpe: somos nosotros, los que pagamos cada peso extra en el ticket.
Lixa calificó como una “farsa” el argumento de que la medida busca reducir el consumo de azúcar entre la población. Según él, no hay un interés real en mejorar la salud pública, sino en recaudar más dinero para el gobierno federal. En sus palabras, “no están combatiendo la obesidad, están cobrando impuestos disfrazados de buenas intenciones”.
El panista también cuestionó que, justo antes de la discusión de la miscelánea fiscal 2026, algunos legisladores se reunieran con cabilderos de empresas para acordar la forma en que se aplicaría el impuesto. “Nos quieren vender la idea de que están reduciendo el golpe a la mitad, pero esa mitad es un nuevo impuesto completo”, reclamó, asegurando que se trata de una estrategia política para salvar la narrativa ante el rechazo ciudadano.
La crítica va más allá del alza fiscal. Lixa insistió en que los recursos del IEPS no se destinan realmente al sector salud, ni a programas de prevención de enfermedades como la diabetes u obesidad, sino que terminan en la bolsa general del gobierno, desde donde se puede gastar en cualquier cosa. “Es una estafa”, dijo sin rodeos.
El diputado propuso que, si de verdad el objetivo fuera fomentar hábitos saludables, se debería eliminar el IVA al agua y a otros productos naturales, para que la gente tenga una opción más barata y pueda elegir con libertad. “Así sí habría un incentivo real, no a costa del bolsillo de las familias”, remató.
En el fondo, lo que Lixa está poniendo sobre la mesa es un dilema que se repite cada año: ¿hasta qué punto los impuestos especiales sirven para mejorar el país, y cuándo se convierten en una simple forma de recaudar más sin resolver los problemas de fondo?
Mientras en el pleno los discursos se cruzan y los números se ajustan, la realidad es sencilla: cada aumento en el IEPS termina reflejado en la cuenta del súper o en el precio de la tiendita. Y, como diría Lixa, “no están subiendo impuestos a las empresas, están subiendo el costo de vivir en México”.
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