Por Bruno Cortés
A veces en la política mexicana las lealtades se ponen a prueba en los momentos más incómodos, y eso es justo lo que está pasando en Morena con el caso del exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena. La cosa es seria: hay señalamientos de posibles vínculos con el crimen organizado, en particular con bandas dedicadas al robo de combustible. Y lo que empezó como un rumor, ahora ya es un debate público que pone bajo la lupa al mismísimo Adán Augusto López, exgobernador de Tabasco y actual coordinador de Morena en el Senado.
La bomba la lanzó Manuel Espino, también morenista, pero sin pelos en la lengua. El pasado 18 de julio, escribió en su cuenta de X (antes Twitter) un mensaje que hizo eco hasta en los pasillos de Palacio Nacional:
“Lo dije y lo reitero: si Felipe Calderón no sabía que su secretario de seguridad era narco, era por pendejo o por cómplice. Lo mismo digo respecto del senador @adan_augusto. Yo no voy a solapar a nadie, así sea de mi partido Morena.”
Así, sin filtro. Y con eso, comparó a Adán Augusto con Calderón y a Bermúdez Requena con Genaro García Luna. Un señalamiento brutal para un partido que ha hecho de la lucha contra la corrupción y la separación del narco con el Estado, una de sus banderas.
El mensaje no pasó desapercibido: cientos de interacciones y una conversación que sube de tono justo cuando Morena quiere cerrar filas de cara al próximo periodo legislativo y el arranque pleno del gobierno de Claudia Sheinbaum.
El caso de Bermúdez no es nuevo, pero volvió al foco hace unas semanas cuando en redes empezó a circular que había muerto. En la mañanera del 18 de junio, la propia Sheinbaum tuvo que aclarar que el Gabinete de Seguridad no tenía información sobre su presunto fallecimiento, y aprovechó para deslindarse del tema.
Cuando le preguntaron si Adán Augusto sabía o no de los presuntos nexos criminales de su exsecretario, la presidenta fue clara: “Él debe dar su propia versión para que la gente pueda juzgar su actuación”. Eso sí, dejó claro que no habrá encubrimiento, que todo debe investigarse y que la Fiscalía será la encargada de decidir qué procede con base en pruebas.
En medio de todo esto, el silencio de Adán Augusto ha sido llamativo. Hasta ahora, no ha salido a responder directamente a Espino ni a ofrecer una explicación pública. Y eso, en el mundo de la política, a veces pesa más que una declaración.
El caso Bermúdez está lejos de cerrarse. Más allá de lo legal, lo que está en juego es el discurso de honestidad y transparencia que ha sostenido Morena desde su fundación. Y cuando las críticas vienen desde adentro, como en este caso, la presión es doble.
En Tabasco, muchos ya sabían de las acusaciones contra Bermúdez desde hace años, pero la cercanía con el poder lo mantenía blindado. Ahora que ese blindaje se empieza a resquebrajar, será clave ver si Morena sigue su propio discurso de “no mentir, no robar y no traicionar”, o si opta por tapar los hoyos antes de que crezcan más.
Lo cierto es que esto apenas empieza. Y como ocurre en muchas historias políticas en México, la verdad a veces tarda… pero cuando llega, arrasa.
Deja una respuesta