Por Bruno Cortés
El Paquete Económico 2026 presume una apuesta sin precedentes en educación: becas universales, nuevas universidades y programas comunitarios que parecen blindar el derecho a estudiar desde el kínder hasta la universidad. En papel, la narrativa es impecable; en la realidad, surgen dudas sobre si el énfasis en transferencias monetarias sustituye lo que debería ser una política de calidad educativa
Los números impresionan: más de 17 millones de estudiantes de educación básica recibirán la Beca Universal Rita Cetina y más de 4.5 millones de jóvenes de bachillerato contarán con la beca Benito Juárez. A nivel superior, 2 millones de universitarios accederán a Jóvenes Escribiendo el Futuro
La lógica oficial es simple: si se garantiza el ingreso, se reduce la deserción. Pero la evidencia sugiere que un apoyo económico no basta cuando las escuelas carecen de maestros capacitados, laboratorios o conectividad.
El programa La Escuela es Nuestra se expandirá a 76 mil 749 comunidades escolares, con la novedad de incluir nivel medio superior. Aunque la idea de otorgar recursos directos a las comunidades escolares es positiva, la falta de acompañamiento técnico y la opacidad en el ejercicio de los recursos hacen que, en muchos casos, el dinero termine en canchas mal construidas o techumbres improvisadas que no resuelven los problemas estructurales
La expansión de las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García es otro punto de orgullo: se construirán con materiales locales y apoyo comunitario, sumando 20 nuevas sedes por año. Sin embargo, las críticas apuntan a la improvisación: planes de estudio cuestionados, falta de reconocimiento pleno de validez oficial y profesores con contratos precarios. Un modelo que privilegia la expansión política sobre la excelencia académica
Los apoyos para la primera infancia —casi 70 mil niñas y niños beneficiados— buscan una cobertura integral desde los primeros años. Aunque es un avance, contrasta con la reducción de programas previos de estancias infantiles y con la insuficiencia de infraestructura para atender la demanda real
En términos presupuestales, el gasto educativo se presenta como histórico, pero gran parte se canaliza a subsidios y transferencias. Los rubros de infraestructura, innovación tecnológica y capacitación docente apenas crecen de manera marginal. La paradoja es que México apuesta a sostener el acceso con becas, pero no garantiza que lo que se aprende en el aula esté a la altura de un mundo cada vez más competitivo
La narrativa oficial insiste en que estas políticas construyen un “sistema educativo justo y accesible para todos”. Sin embargo, la crítica académica subraya que la justicia no se mide solo en cuántos entran al aula, sino en la calidad de lo que ahí se enseña. De poco sirve multiplicar becas si el resultado es un ejército de egresados sin herramientas para competir en un mercado laboral precarizado.
En conclusión, el Paquete Económico 2026 apuesta por una educación masiva, pero no necesariamente de calidad. Una estrategia políticamente rentable que blinda votos y reduce momentáneamente la deserción, pero que deja abierta la pregunta incómoda: ¿estamos formando ciudadanos críticos y profesionales capaces, o solo garantizando diplomas con beca incluida?
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