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Deuda pública estable y nuevos impuestos: la apuesta del Paquete 2026

Por Bruno Cortés

En el Paquete Económico 2026, la Secretaría de Hacienda promete disciplina fiscal, pero a cambio recurre a la receta que suele levantar cejas: deuda estable, déficit todavía elevado y nuevos impuestos disfrazados de “ajustes recaudatorios”. La narrativa oficial pinta un país que camina con paso firme, aunque la factura se traslada, como siempre, al contribuyente de a pie

El gobierno plantea reducir los Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP) a 4.1% del PIB, lo que suena alentador frente al 5.7% de 2024. Sin embargo, la deuda pública se mantendrá en torno al 52.3% del PIB, un nivel que, aunque “sostenible” según Hacienda, no deja de ser una losa que condiciona el margen de maniobra para futuros gobiernos

En materia tributaria, la política de ingresos para 2026 apuesta por la eficiencia recaudatoria más que por un aumento abierto de impuestos. Es decir, más fiscalización, más digitalización, más aduanas vigiladas y menos “interpretaciones creativas” de las leyes fiscales. Un golpe directo al ingenio contable de bancos y grandes contribuyentes, pues, entre otras medidas, se eliminarán deducciones como tres cuartas partes de las cuotas pagadas al IPAB

A la par, Hacienda promete una ampliación de la base tributaria y nuevos impuestos con fines “extra fiscales”. Traducción: gravámenes que no sólo buscan recaudar, sino moldear comportamientos sociales, como ocurre con los cigarros, alcohol, refrescos y bebidas energizantes. Bajo el discurso de cuidar la salud pública, el fisco vuelve a echar mano de la eterna vaca lechera de los consumos populares

No faltan incentivos, claro. Se ofrece regularización fiscal para personas físicas y morales con deudas, además de beneficios a quienes repatrien capitales lícitos. El mensaje es claro: el que no paga, aún puede negociar; el que invierte, aún puede ser premiado. Un juego de zanahoria y garrote que, en el mejor de los casos, podría traducirse en más inversión productiva, pero en el peor, en simple oxigenación de fortunas escondidas en paraísos fiscales

En paralelo, el déficit presupuestario se mantendrá en -3.6% del PIB, con un balance primario que apenas asoma positivo en 0.5%. La deuda, pese al discurso de “estabilidad”, se estabiliza más por falta de margen que por convicción. Es como un enfermo que presume no haber empeorado, aunque todavía está conectado al tanque de oxígeno

La pregunta incómoda es quién paga la fiesta. Los ingresos no petroleros siguen siendo la joya de la corona, mientras los petroleros apenas aportan 3.1% del PIB. Pemex conserva privilegios fiscales, pero su fragilidad obliga a que otros sectores carguen con el peso. Dicho en corto: menos petróleo, más IVA e ISR

El Paquete Económico 2026 promete certidumbre y estabilidad, pero la traducción política es menos elegante: se gasta lo suficiente para mantener programas sociales y obras prioritarias, se cobra un poco más a los mismos de siempre y se reza para que la deuda no explote. El humor negro es inevitable: el gobierno presume “responsabilidad hacendaria”, pero el contribuyente lo vive como el eterno juego de la víbora y la escalera: cuando parece que se avanza, siempre hay un nuevo impuesto esperándonos al final del tablero.

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