Por Bruno Cortés
En San Lázaro no todo son discusiones, debates y votaciones. Esta vez, el Congreso se transformó en un ring simbólico donde guantes, sudor y disciplina fueron protagonistas. El Espacio Cultural San Lázaro organizó una clase masiva de box, un evento encabezado por la Junta de Coordinación Política —que preside Ricardo Monreal— junto con la Mesa Directiva, la Secretaría General, las áreas administrativas de la Cámara de Diputados y hasta el sindicato de trabajadores.
La idea puede sonar curiosa: ¿qué tiene que ver el boxeo con la política? Pues bastante. El proyecto busca mostrar que el Congreso no solo es un espacio de leyes, también puede ser un lugar que promueva el deporte y la cultura como formas de prevenir la violencia y reconstruir el tejido social. Al final, se trata de una política pública en acción: en vez de que todo quede en discursos, se llevan actividades a la cancha, literalmente.
En las instalaciones deportivas del recinto se reunieron unas 30 personas, desde niños y niñas de 10 años hasta jóvenes y adultos, varios de ellos de la selección comunitaria “Pilares”. Antes de la clase, hubo calentamiento y hasta exhibiciones de peleas, lo que le dio un aire auténtico al encuentro.
Pero más allá del espectáculo, el evento abrió la puerta a un tema de fondo: cómo el boxeo puede ser más que un deporte. En un conversatorio paralelo, se habló de su papel como disciplina que ayuda a la rehabilitación, a la reinserción social y al rescate de jóvenes que viven en contextos de riesgo. La lógica es clara: cada joven que encuentra un camino en el deporte es un joven menos expuesto a la violencia o a la falta de oportunidades.
El programa “Pilares. Ponte Pila”, impulsado por el Gobierno de la Ciudad de México, también se sumó a la iniciativa. Sus representantes destacaron que la democratización del deporte significa llevar estas oportunidades a barrios y colonias donde normalmente no llegan, con promotores comunitarios que motivan a los vecinos a participar. Esto convierte al boxeo no solo en una disciplina competitiva, sino en una herramienta de convivencia y desarrollo comunitario.
Desde el sindicato de trabajadores de la Cámara de Diputados, también hubo respaldo. Su nueva dirigencia aseguró que apoyará al deporte en todas sus expresiones, mientras que la Conade, a través de sus representantes, abrió las puertas para acompañar a quienes quieran crecer en esta disciplina.
Al final, lo que ocurrió en San Lázaro es una muestra de cómo la política se puede aterrizar en cosas tangibles. Si bien los reflectores suelen estar en las reformas o en los pleitos parlamentarios, actividades como esta recuerdan que el Congreso también tiene una cara social. Porque, en una ciudad como la nuestra, donde la inseguridad y la desigualdad golpean fuerte, que se impulse el boxeo puede significar mucho más que un simple golpe al aire: es la apuesta por pelear en serio por un futuro distinto.
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