Por Bruno Cortés
La capital amaneció con una conversación distinta, una que no pasa por las peleas partidistas ni las discusiones técnicas del Congreso, sino por algo mucho más humano: el cuidado. Ese trabajo silencioso, invisible y casi siempre femenino que sostiene la vida de millones, pero que rara vez se reconoce. En ese contexto, la diputada Evangelina Moreno Guerra, de Morena, inauguró el Primer Encuentro Nacional de Personas Cuidadoras, un espacio donde por fin quienes dedican su vida a cuidar pudieron contar su historia sin filtros y exigir lo que en justicia les corresponde.
Desde el inicio, la diputada fue clara: los legisladores, los funcionarios y la sociedad no pueden seguir legislando desde la comodidad de un escritorio sin escuchar a quienes cargan, literalmente, con el peso del país. Recordó que las personas cuidadoras —en su mayoría mujeres sin salario, sin derechos laborales y sin descanso— sostienen la salud, la educación y el bienestar de millones. Por eso urgió a avanzar hacia un reconocimiento jurídico del derecho a cuidar y a ser cuidado, acompañado de apoyos reales: subsidios, capacitación, licencias pagadas, servicios especializados, teletrabajo y, claro, más guarderías. Nada de discursos: políticas que cambien vidas.
Moreno Guerra advirtió algo que pocas veces se dice en voz alta: el cuidado no solo es la base de la vida cotidiana, también es la mayor deuda del Estado con quienes lo realizan. “El peso invisible que carga nuestra sociedad”, dijo. Por eso insistió en que el Sistema Nacional de Cuidados, que está en construcción, debe diseñarse con las voces de quienes cuidan todos los días y no desde arriba. “Sus historias deben ser nuestro faro”, remató.
Otros actores reforzaron el mensaje. La diputada Mónica Herrera Villavicencio habló del derecho tanto de quienes necesitan cuidados como de quienes los brindan, poniendo sobre la mesa algo básico pero olvidado: descanso, educación, salud mental y tiempo libre para quienes cargan con todo.
Desde el gobierno federal, Catalina Monreal, titular del INAES, explicó que por instrucción de la presidenta Claudia Sheinbaum ya se trabaja en la creación de cooperativas de cuidados, con el objetivo de generar ingresos sin que las cuidadoras abandonen su hogar. No se trata solo de reconocer, sino de profesionalizar y convertir esta labor en un motor económico. Habló también de que el cuidado de personas mayores y con discapacidad debe ser una prioridad nacional y no un parche más.
En el mismo sentido, Ana Gabriela González, de la Secretaría de Economía, anunció una alianza con el IMSS para construir mil Centros de Educación y Cuidado Infantil (CECIS), muchos dentro de los centros de trabajo. ¿La idea? Que tres millones de personas, principalmente mujeres, puedan incorporarse al mercado laboral sin tener que escoger entre trabajar o cuidar. Y subrayó algo crucial: el trabajo de cuidados no es reemplazable por inteligencia artificial; requiere técnica, experiencia y humanidad.
Las organizaciones civiles también levantaron la mano. Javier Quijano, de Confe, recordó que el cuidado sigue siendo una carga desigual para las mujeres, limitando sus oportunidades laborales y de vida. Señaló que el país necesita un sistema donde el cuidado sea responsabilidad compartida: Estado, empleadores y comunidad. Y exigió que todo lo dicho hoy no se quede en discursos, sino que se traduzca en presupuesto, leyes y acciones sostenibles.
Desde la OIT, Ana Heatley destacó que la pandemia dejó claro que México necesita un sistema de cuidados urgente, alineado con igualdad, trabajo decente y no discriminación. El encuentro —dijo— debe ser un paso para transformar esa necesidad en políticas concretas, basadas en compromisos internacionales que México ya asumió.
Finalmente, voces como la de Xicani Jesús Godínez, activista y promotor de la inclusión, aportaron un testimonio directo desde la discapacidad. Agradeció que el Congreso por fin abra la puerta a una agenda que durante años solo fue “una idea”, y cerró con una frase que resonó en todo el recinto: que las personas con discapacidad y sus cuidadoras pasen de ser invisibles a ser invencibles.
Más que un foro, el encuentro fue una sacudida política y humana. Una advertencia de que sin un sistema nacional de cuidados sólido y justo, cualquier promesa de igualdad, desarrollo o bienestar seguirá siendo incompleta. Y que este debate, que hoy toca el Congreso, podría transformar de raíz la forma en que México entiende el trabajo más valioso del país: cuidar.

































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