Por Juan Pablo Ojeda
Viajar al extranjero hoy en día implica depender cada vez más de la conectividad a internet. Desde comunicarse con familiares hasta gestionar trámites urgentes, los usuarios se ven obligados a encontrar opciones de conexión cuando su servicio móvil no es suficiente o resulta demasiado costoso. En muchas ciudades, los puntos de acceso más comunes son las redes WiFi públicas disponibles en aeropuertos, cafeterías, centros comerciales o plazas públicas. Estas redes son prácticas y convenientes, pero también presentan riesgos importantes si no se toman las precauciones adecuadas.
El Instituto Nacional de Ciberseguridad de España (INCIBE) alerta que las redes WiFi públicas suelen carecer de medidas de seguridad suficientes, lo que significa que cualquier persona con conocimientos técnicos puede interceptar la información que se transmite. “Podemos estar dejando expuesta toda nuestra información y actividad a terceros”, advierte el organismo, subrayando la vulnerabilidad que implica conectarse a redes abiertas. Entre los ataques más frecuentes se encuentran el “Man-in-the-Middle”, en el que un tercero se coloca entre el dispositivo del usuario y la red para monitorear el tráfico de datos, y las llamadas “redes trampa”, que simulan puntos de acceso legítimos para captar información confidencial sin que el usuario lo advierta.
Para protegerse, INCIBE recomienda varias medidas concretas. La primera y más importante es el uso de una red privada virtual (VPN), que cifra la conexión y dificulta que terceros accedan a los datos transmitidos. Además, se aconseja evitar ingresar a cuentas bancarias, plataformas de pago o servicios que requieran contraseñas mientras se utiliza una red pública. Mantener el sistema operativo y todas las aplicaciones actualizadas con los últimos parches de seguridad es otro paso esencial para minimizar vulnerabilidades.
También se recomienda contar con un software antivirus confiable, desactivar funciones de compartición como intercambio de archivos o impresoras, y deshabilitar la conexión automática a redes desconocidas. Cada uno de estos ajustes reduce la probabilidad de que un ciberdelincuente pueda acceder a información sensible sin que el usuario se dé cuenta.
Aun aplicando todas estas precauciones, los riesgos nunca desaparecen por completo. La naturaleza abierta de estas redes hace imposible saber quién más está conectado o si la red realmente está cifrada, lo que convierte cualquier acción digital en un potencial blanco para ataques. Por ello, los expertos recomiendan limitar el uso de WiFi público a actividades no sensibles, como consultar información general, revisar redes sociales o enviar mensajes de baja prioridad.
Además de estas medidas técnicas, los especialistas en ciberseguridad sugieren que los usuarios desarrollen hábitos de navegación segura: verificar que los sitios web sean legítimos y comiencen con “https://”, desconfiar de conexiones que soliciten información personal de manera inusual, y revisar periódicamente las configuraciones de privacidad en sus dispositivos. Estas acciones contribuyen a minimizar el impacto de posibles ataques y robos de datos.
La proliferación de WiFi gratuito ha facilitado enormemente la vida digital, pero también ha generado nuevos desafíos de seguridad. Adoptar buenas prácticas de protección no garantiza una seguridad absoluta, pero sí ofrece un margen de protección importante, permitiendo que los usuarios se conecten de manera más segura, incluso cuando dependen de redes públicas para mantenerse comunicados o trabajar durante sus viajes. La clave está en combinar herramientas técnicas como VPN y antivirus con hábitos responsables de navegación y gestión de datos personales.
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