Miles de ciudadanos salieron a las calles de Washington D.C. y otras ciudades estadounidenses este 19 de octubre en una jornada de manifestaciones convocadas bajo el lema “No Kings”. Los participantes exigieron el fin de lo que califican como una “monarquía política moderna”, denunciando privilegios, corrupción y falta de transparencia en el sistema bipartidista de Estados Unidos.
La movilización, que se gestó en redes sociales y rápidamente ganó tracción en plataformas como X y TikTok, reunió a grupos de distinta afiliación ideológica: desde activistas progresistas vinculados a Black Lives Matter hasta conservadores desencantados con el liderazgo republicano. En un hecho poco común, ambos sectores coincidieron en su crítica hacia las élites políticas, acusándolas de “gobernar como reyes en una república sin corona”.
En Washington D.C., las protestas se concentraron en la avenida Pennsylvania, cerca de la Casa Blanca. Manifestantes portaron banderas estadounidenses invertidas —símbolo de descontento y emergencia nacional— y carteles con frases como “Ni reyes ni títeres” y “Democracia, no dinastía”. Las fuerzas de seguridad establecieron un cerco preventivo para evitar enfrentamientos, registrándose algunos arrestos por alteración del orden, aunque sin incidentes graves.
En ciudades como Nueva York, Chicago, Austin y Los Ángeles, miles replicaron la convocatoria, marchando al ritmo de consignas que pedían reformas electorales profundas, limitación de los periodos en el Congreso y transparencia en el financiamiento de campañas. Videos difundidos en redes mostraron escenas de manifestaciones pacíficas, con música, discursos improvisados y presencia de organizaciones civiles que abogan por mayor rendición de cuentas.
El movimiento “No Kings” surge en un contexto de desconfianza hacia las instituciones políticas. Encuestas recientes indican que más del 65% de los estadounidenses considera que el sistema actual favorece a las élites y que los partidos tradicionales no representan sus intereses. La percepción de una clase política distante se ha acentuado tras varios escándalos de financiamiento ilegal y conflictos de interés que afectan tanto a demócratas como a republicanos.
La Casa Blanca emitió un comunicado en el que exhortó a mantener el “diálogo pacífico” y reconoció el derecho ciudadano a manifestarse. Sin embargo, el gobierno evitó pronunciarse directamente sobre las demandas de reforma, argumentando que el tema corresponde al Congreso. Desde el Capitolio, algunos legisladores demócratas expresaron apoyo a una “mayor participación ciudadana”, mientras que republicanos moderados reconocieron la necesidad de “recuperar la confianza del votante medio”.
En redes sociales, la protesta alcanzó dimensiones virales. El hashtag #NoKings acumuló millones de menciones en pocas horas, acompañado de memes que comparaban a figuras políticas como Donald Trump y Joe Biden con reyes medievales. Los usuarios aprovecharon el humor y la sátira para expresar un malestar profundo hacia el sistema político, que muchos consideran más cercano a un club de poder que a una representación democrática.
Expertos en movimientos sociales advierten que esta movilización podría influir en las elecciones de medio término de 2026. La convergencia entre votantes de ideologías opuestas en torno a la crítica del poder concentrado podría traducirse en candidaturas independientes o en un aumento del voto antisistema. Sin embargo, también señalan el riesgo de que el movimiento pierda fuerza si no logra articular propuestas concretas más allá de las redes.
El país, mientras tanto, observa con atención. Las manifestaciones “No Kings” no solo reflejan un hartazgo político, sino un cuestionamiento profundo al modelo de poder estadounidense. En una democracia donde las familias políticas y los intereses corporativos han marcado décadas de decisiones, la consigna resuena con fuerza: ni reyes, ni herederos, ni tronos. Solo ciudadanos.
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