Entre los tramos de Hidalgo e Insurgentes, pasajeros del Metro aseguran escuchar voces y risas apagadas cuando los trenes se detienen en plena oscuridad. En 2025, las redes sociales han convertido estas experiencias en un fenómeno viral, reviviendo las leyendas urbanas que desde los años setenta acompañan a la Línea 1, la más antigua del Sistema de Transporte Colectivo.
Un hilo en Reddit, con más de 10 mil reacciones, recopila testimonios de usuarios que afirman haber escuchado “susurros de nombres” o haber visto figuras humanas en los reflejos de los vagones vacíos. Uno de los relatos más comentados proviene de un oficinista que viajaba pasada la medianoche y aseguró ver una silueta traslúcida a través de la puerta del último vagón. Al llegar a la estación siguiente, no había nadie más abordo.
Entre las historias más difundidas se encuentra la de la llamada Mujer de Blanco de Balderas, una figura que, según los testimonios, aparece llorando en los andenes o sentada al borde de las vías. La versión más extendida afirma que se trata del espíritu de una mujer que perdió la vida en un accidente en los años setenta, cuando el sistema apenas tenía una década en operación. También se habla del “Maquinista Errante”, un supuesto conductor fallecido en servicio que, dicen, sigue recorriendo los túneles con un tren invisible. Personal de mantenimiento ha narrado que, en la madrugada, escuchan motores y silbatos cuando el suministro eléctrico está cortado.
El fenómeno trascendió al entorno digital. En TikTok, el hashtag #FantasmaLinea1 acumula millones de visualizaciones con clips donde usuarios recrean o parodian las historias, mientras filtros de realidad aumentada añaden sombras o apariciones a las selfies tomadas en los andenes. Podcasts de misterio también han retomado los relatos, con grabaciones de sonidos metálicos o voces difusas recogidas en horarios de cierre.

Especialistas en psicología del comportamiento y acústica urbana sostienen que los sonidos atribuidos a “fantasmas” podrían explicarse por el eco de los túneles, las vibraciones del sistema eléctrico o el cansancio auditivo de los pasajeros. La combinación de oscuridad, soledad y ruido repetitivo puede inducir a percepciones erróneas, sobre todo en horas de baja afluencia.
La Línea 1, inaugurada en 1969, fue construida sobre zonas del antiguo lago de Texcoco y áreas donde existieron templos prehispánicos. Algunos historiadores han señalado que, durante las excavaciones originales, se encontraron piezas arqueológicas y restos humanos, lo que alimentó la idea de que los túneles guardan “energías antiguas”. Aunque no hay registros oficiales de actividad paranormal, el mito se ha mantenido como parte del folclore capitalino.
Antropólogos urbanos interpretan estas leyendas como una forma de catarsis colectiva: el Metro refleja el ritmo y la tensión de la vida citadina. En un entorno de hacinamiento, estrés y tránsito subterráneo, las historias de fantasmas funcionan como relatos compartidos que ayudan a procesar la ansiedad cotidiana de millones de usuarios.
Más allá de su veracidad, las narraciones revelan cómo los chilangos dotan de significado a los espacios públicos. Cada estación tiene su propia historia: desde las sombras en Pino Suárez hasta los murmullos en Cuauhtémoc. En una ciudad que nunca duerme, el Metro es tanto un medio de transporte como un escenario simbólico donde conviven la modernidad y lo sobrenatural.
Mientras las autoridades del Sistema de Transporte Colectivo descartan cualquier fenómeno anómalo, los relatos continúan. En la Línea 1, los usuarios siguen bajando la voz cuando las luces titilan y el tren se detiene más tiempo de lo normal. Sea por sugestión o por herencia cultural, los túneles de la capital guardan algo más que rieles: guardan las historias de una ciudad que, incluso bajo tierra, sigue escuchando sus propios fantasmas.




































Deja una respuesta