En un país donde los números del rezago educativo pesan más que el presupuesto para memorándums, la Ciudad de México lanza una luz entre las grietas de la indiferencia institucional: el programa “Leo y escribo en PILARES”. Bajo el cobijo de la recién nombrada Jefa de Gobierno, Clara Brugada, y en coordinación con el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), esta iniciativa busca que nadie quede al margen de la palabra escrita, ni por la edad, ni por la burocracia, ni por el olvido histórico.
La cifra es brutal: 4.1 millones de personas mayores de 15 años en México no saben leer ni escribir, según el INEA. Solo en la capital, más de 140 mil personas viven bajo esa sombra. No se trata de números fríos, sino de miles de historias de trabajo infantil, migración forzada, violencia estructural y abandono. Esas historias ahora pueden transformarse en relatos de dignidad gracias a los 300 PILARES distribuidos en las 16 alcaldías de la ciudad.
Estos centros —con sus Ciberescuelas, pizarrones sencillos y asesores con vocación de resistencia— no solo enseñan el abecedario: enseñan que aprender no tiene fecha de caducidad. Con paciencia, empatía y respeto, el proceso de alfabetización se adapta al ritmo, a la memoria y a las huellas de vida de cada persona. Aquí no se exige certificado de primaria, solo el deseo de comprender lo que dice el cartel del metro o firmar el nombre propio sin ayuda.
La campaña «Leo y escribo en PILARES» también garantiza el acompañamiento con materiales didácticos adecuados, y lo más importante: la posibilidad de certificar sus estudios con el respaldo del INEA, abriendo nuevas oportunidades de empleo, movilidad académica y autoestima. Porque no se trata solo de leer un contrato o una receta médica, sino de recuperar el derecho a narrarse en primera persona.
Detrás de esta apuesta por la educación comunitaria hay un mensaje político claro: una ciudad más justa se construye garantizando derechos, no caridades. El convenio firmado entre el gobierno capitalino, PILARES e INEA demuestra que el combate al analfabetismo no es una utopía educativa sino una decisión política urgente.
Y mientras algunos presumen reformas educativas desde oficinas alfombradas, aquí se alfabetiza con banca de plástico, café tibio y el mismo cuaderno que usó el nieto el año pasado. Se alfabetiza con comunidad. Se alfabetiza con dignidad.
Para quienes quieran sumarse, basta con preguntar en el PILARES más cercano o consultar el sitio web https://pilares.cdmx.gob.mx. Porque nunca es tarde para escribir la primera línea de una nueva historia, ni para leer —con los ojos bien abiertos— el derecho a un futuro mejor.
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