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La gentrificación llevará a una severa crisis de vivienda en la CDMX

La gentrificación no es un problema con la llegada de extranjeros, sino la falta de vivienda para los capitalinos.

Carlos Lara Moreno

En la Ciudad de México, hablar de gentrificación suele evocar imágenes de barrios tradicionales convertidos en zonas de cafés de autor, renta turística y comercios de alto precio; sin embargo, para el urbanólogo Roberto Remes Tello de Meneses, la verdadera raíz del problema no está en la llegada de extranjeros o en las plataformas como Airbnb, sino en la insuficiente producción de vivienda que alimenta un encarecimiento en cadena.

“La ciudad está viviendo un efecto dominó, advirtió Tello de Meneses en entrevista y abundó que quienes no pueden pagar en colonias centrales se mudan a zonas más baratas, donde encarecen el mercado y desplazan a otros.

Así, el desplazamiento se da en escalera, y termina afectando a quienes viven más lejos y tienen menos recursos”.

Colonias que siempre fueron de clase media y alta

En su diagnóstico, el especialista desmitifica la idea de que barrios como Roma y Condesa eran originalmente populares.

Recuerda que estas colonias, durante décadas, fueron habitadas por clases medias y altas, hasta que el terremoto de 1985 provocó el éxodo de muchas familias, abriendo espacio a sectores de menores ingresos.

La recuperación comenzó a finales de los años noventa y principios del año 2000, con la llegada de nuevos comercios, espacios públicos renovados y un incipiente interés de extranjeros, mucho antes del auge de las rentas de corta estancia.

“La gentrificación pura ocurre cuando un barrio popular desplaza a sus habitantes por la llegada de personas con mayor poder adquisitivo.

“En Roma y Condesa, lo que vemos es un fenómeno distinto: la recuperación de zonas que históricamente fueron de ingresos altos, ahora con nuevos actores y un mercado inmobiliario más agresivo”, aclaró.

Un cóctel de demanda creciente y oferta insuficiente

El problema, insiste Roberto Remes Tello, es que la Ciudad de México produce muy poca vivienda. Según el Registro Único de Vivienda (RUV), estados como Colima —uno de los menos poblados del país— construyen más que la capital.

Esto ocurre mientras la demanda crece: la mediana de edad en la ciudad es de 35 años, lo que significa que la mayor parte de la población está en la etapa de buscar casa o departamento.

Además, políticas como el “Bando Dos” del año 2000 limitaron la construcción en zonas periféricas y encarecieron el suelo en áreas centrales, sin una estrategia clara para generar suficiente oferta. El resultado: menos vivienda nueva y precios al alza.

“Si no producimos más vivienda, cualquier incremento en la demanda —sea por turismo, migración interna o crecimiento natural de la población— encarece las rentas. No se trata de satanizar al que viene, sino de planear para que todos tengan opciones”, señala.

Megaproyectos y normas urbanas obsoletas

Remes no exculpa a los megaproyectos inmobiliarios: urbanísticamente, dice, “están hechos con las patas”. Sin embargo, subraya que operan bajo leyes y normas que el propio gobierno no ha actualizado, como la Norma 10, que permite torres de hasta 19 pisos sin área pública suficiente.

“El problema no es que construyan, sino que no se establecen reglas para que estos desarrollos aporten espacios verdes, áreas comunitarias o vivienda asequible”.

También propone aprovechar predios industriales subutilizados, especialmente en alcaldías como Iztacalco, Azcapotzalco e Iztapalapa, cercanos a estaciones de transporte masivo, para generar desarrollos armónicos que incluyan servicios, espacios públicos y viviendas de distintos precios.

Una propuesta de metas y alianzas

La solución, afirma, pasa por fijar un objetivo claro: construir entre 50 mil y 80 mil viviendas al año, con esquemas mixtos que involucren al gobierno, desarrolladores privados y propietarios de suelo. Esto incluye modelos de “trueque” donde dueños de casas en zonas céntricas participen como socios en los proyectos y reciban departamentos a cambio, evitando su expulsión.

“Hay que producir vivienda por debajo de los dos millones de pesos y asegurar que esté bien ubicada, cerca de transporte y servicios. No podemos dejar que todo se oriente a la clase media alta; si no hay mezcla social, tendremos guetos de ricos y guetos de pobres”, advierte Tello de Meneses.

Gentrificación: síntoma de un problema mayor

Para Remes Tello de Meneses, culpar a los extranjeros, a las plataformas de renta o a los megaproyectos es simplificar demasiado. “El problema central es que no hay suficiente vivienda y todos estamos demandando más. Mientras no se cambien las reglas y se generen incentivos adecuados, la gentrificación seguirá siendo un síntoma de un mercado inmobiliario mal planeado”.

La advertencia es clara: sin una estrategia de producción masiva de vivienda y una planeación urbana integral, la Ciudad de México seguirá expulsando población hacia la periferia, encareciendo la vida en los barrios y perdiendo la diversidad social que alguna vez fue su sello.

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