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Endeudarse para aparentar: el peligroso ciclo que frena la libertad financiera

La deuda de consumo, aquella contraída para financiar gastos corrientes, lujos o apariencias, es considerada la más perjudicial por especialistas financieros. A diferencia de la deuda productiva, que se invierte para generar ingresos, esta no crea valor, perpetúa situaciones de estrés económico y refuerza la dependencia del sistema crediticio.

En América Latina, un motor clave de este fenómeno es la presión social. Individuos, particularmente jóvenes, se endeudan para «verse como la persona que quieren ser», impulsados por las redes sociales y el «qué dirán». Esta dinámica genera un ciclo continuo de frustración y endeudamiento, donde se prioriza la imagen sobre la salud financiera.

Este comportamiento está ligado a la dificultad de admitir que los ingresos no alcanzan para un determinado estilo de vida. Expertos señalan que reconocer esta realidad es el primer paso hacia la estabilidad. Si no hay capacidad de ahorro, es señal de que se está viviendo por encima de las posibilidades reales.

La falta de educación financiera agrava el problema. Un desconocimiento generalizado sobre cómo funcionan los créditos y las inversiones lleva a decisiones perjudiciales. Se observa, por ejemplo, que aunque las mujeres suelen ser administradoras cautelosas, su aversión al riesgo las puede alejar de instrumentos de inversión que podrían ayudar a construir patrimonio.

El camino hacia el control financiero requiere acciones concretas. Enfrentar los estados de cuenta sin temor, buscar asesoría especializada y mantener la disciplina son pasos fundamentales. La clave, según los consultados, reside en entender la situación de partida y adoptar hábitos sostenibles a largo plazo.

La prioridad absoluta para quien busca estabilidad es salir de deudas. Las recomendaciones incluyen recortar gastos al mínimo, generar ingresos adicionales y evitar el uso de tarjetas de crédito hasta lograr la solvencia. La libertad financiera, subrayan, es imposible mientras existan compromisos de deuda pendientes.

Una vez controladas las deudas, la distribución del ingreso debe seguir la fórmula: ingresos menos ahorro igual a gastos. Se recomienda ahorrar entre un 15% y 30%, construyendo un fondo de emergencia equivalente a entre tres y seis meses de gastos básicos, el cual debe estar resguardado en instrumentos de bajo riesgo, como la renta fija.

La mentalidad para construir riqueza debe cambiar del gasto al patrimonio. Esto implica generar fuentes de ingreso que funcionen de manera autónoma, con una visión de largo plazo que trascienda al individuo y piense en las generaciones futuras. La meta no es elevar inmediatamente el nivel de vida, sino asegurar la estabilidad y la libertad de elección en el futuro.

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