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Historia de lo inmediato

Paridad con poder: las mujeres ya deciden en el Congreso

Por Bruno Cortés

 

En política hay momentos que pasan desapercibidos, pero que en realidad dicen mucho sobre hacia dónde va un país. Esta semana, en la Cámara de Diputados, ocurrió uno de esos encuentros que, sin mucha alharaca, reflejan cambios profundos. La Comisión de Igualdad de Género recibió a la ministra de la Mujer de República Dominicana, Mayra Jiménez, y lo que se discutió ahí va más allá de saludos diplomáticos: se habló de paridad, de brechas salariales, de cuidados, de violencia contra las mujeres y, sobre todo, de cómo se está construyendo una nueva forma de hacer política en clave femenina.

La anfitriona del encuentro fue la diputada Anais Miriam Burgos Hernández, de Morena, quien, con tono directo y sin rollos, explicó por qué esta Legislatura —la número 65— ha sido histórica: por segunda vez en la historia, hay más mujeres que hombres en el Congreso. Con 251 diputadas en funciones, las mujeres ya no solo están presentes, sino que están liderando los temas que realmente mueven la vida pública. Por eso, muchas legisladoras ya se refieren a la “Cámara de diputadas y diputados”, porque por fin ese espacio empieza a reflejar la realidad del país.

Pero la paridad no es solo un número bonito para presumir. Lo que Burgos subrayó —y con razón— es que esa presencia femenina ya se nota en los espacios de poder real dentro del Congreso. Comisiones clave como Presupuesto, Seguridad, Trabajo, Energía y muchas más ahora están presididas por mujeres. Y eso importa, porque son esos grupos los que revisan, discuten y deciden sobre el dinero público, los programas sociales, los derechos laborales y la seguridad ciudadana.

La visita de la ministra dominicana sirvió para intercambiar experiencias y reconocer que los avances en igualdad no son automáticos, ni garantizados. Jiménez lo dijo con claridad: lo que está pasando en México no es un suceso aislado, es un proceso que puede inspirar a otros países de la región. Tener por primera vez una presidenta mujer, construir leyes que reconozcan los derechos de las cuidadoras, reducir la brecha salarial, y poner al centro los temas de violencia y justicia de género, no es menor. Es el tipo de política pública que cambia la vida cotidiana, sobre todo de las mujeres que cargan con las tareas invisibles del hogar, que viven violencia sin respuesta institucional o que han sido excluidas del empleo formal por ser madres.

Lo interesante de esta conversación es que no se quedó en lo simbólico. Se habló de reformas reales, de cómo los tres poderes del Estado mexicano —Ejecutivo, Legislativo y Judicial— están coordinándose por primera vez en serio para empujar la agenda de género. Y eso, en un país tan fragmentado como México, no es poca cosa.

Antes de despedirse, la ministra firmó el Libro de Honor de Visitantes y recorrió el Palacio Legislativo. Un gesto diplomático, sí, pero también un recordatorio de que lo que se legisla aquí puede tener eco en muchas partes del continente.

Hoy, más que nunca, la política mexicana está mostrando que incluir a las mujeres no es una concesión: es una transformación. Y si México está de moda, como dijo Mayra Jiménez, ojalá lo esté por las razones correctas: porque está construyendo una democracia más justa, desde la raíz.

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