Por Juan Pablo Ojeda
La presidenta Claudia Sheinbaum defendió con firmeza el acuerdo alcanzado con Estados Unidos tras una llamada de 40 minutos con Donald Trump, asegurando que México logró “el mejor acuerdo posible” dentro del nuevo escenario comercial global. Pero lo cierto es que el país apenas logró ganar tiempo: 90 días más sin nuevos aranceles, mientras se intenta amarrar un trato más duradero.
En su conferencia matutina desde Palacio Nacional, Sheinbaum fue enfática en su balance positivo. Dijo que el acuerdo no solo evita un nuevo golpe tarifario, sino que preserva el T-MEC, el cual —según la mandataria— sigue siendo el principal escudo para la economía mexicana frente al estilo duro y negociador de Trump.
“Nos mantenemos como estamos”, repitió la presidenta. Y ese es, en el fondo, el punto central: nada cambió, pero tampoco empeoró… por ahora. Los aranceles del 25% al acero, aluminio y productos automotrices siguen vigentes, pero no se ampliarán por tres meses. A cambio, México mantiene su apertura comercial sin imponer nuevas barreras, y refuerza su compromiso de diálogo con la Casa Blanca.
El acuerdo, aunque defendido como un logro, también deja claro que la relación comercial sigue marcada por la asimetría: Trump impone las condiciones, y México responde con temple y diplomacia. Sheinbaum reconoció que la negociación fue dura, pero insistió en que su gobierno ha sabido actuar con “cabeza fría” y en defensa de los intereses nacionales.
Para la presidenta, estos 90 días representan una oportunidad para “construir un acuerdo de largo plazo”. Sin embargo, no hay garantías de que Trump, conocido por su estilo impredecible, no cambie las reglas a mitad del juego. La historia reciente con Washington ha mostrado que cualquier entendimiento puede ser temporal y que los intereses electorales de EE.UU. también pesan en la balanza.
Por lo pronto, la mesa de negociación sigue abierta, y México deberá jugar con inteligencia para mantener sus exportaciones a salvo. El riesgo sigue latente: si no hay avances reales en los próximos tres meses, los aranceles podrían regresar con más fuerza y afectar seriamente a sectores clave como la industria automotriz y metalúrgica.
En resumen, Sheinbaum celebra un respiro comercial, pero el país camina sobre una cuerda floja en su relación con Washington. En esta nueva era de política dura y pragmática, mantener la estabilidad ya es un logro, aunque implique aceptar las reglas impuestas por el vecino del norte.
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