Por Bruno Cortés
En San Lázaro, donde las discusiones sobre el futuro de México no se detienen ni en vacaciones, un grupo de especialistas soltó una bomba (de agua, claro): varios de los lugares donde el gobierno planea instalar los famosos Polos de Desarrollo para el Bienestar (PODECOBIS) están en zonas donde ya escasea el agua. Y no hablamos de falta de lluvia un par de días, sino de un serio estrés hídrico, es decir, que se está usando más agua de la que naturalmente se repone. Como cuando sacas más dinero del cajero del que tienes en la cuenta… hasta que un día, ya no sale nada.
Esto lo dijeron especialistas del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), durante un foro en la Cámara de Diputados, encabezado por el diputado Jorge Armando Ortiz Rodríguez, del PT. Su mensaje fue claro: sin agua no hay desarrollo, ni bienestar, ni futuro.
Y es que el plan del gobierno federal con los PODECOBIS es ambicioso: llevar industria, empleo e infraestructura a zonas que históricamente han sido marginadas. Pero hay un detalle incómodo: 10 de los 15 polos están ubicados en lugares donde el agua ya está al límite, como Ciudad Juárez, Durango, Nezahualcóyotl y hasta zonas cercanas al AIFA. Ahí, los acuíferos (las reservas subterráneas de agua) están tan explotados que ya no dan para más.
Lo paradójico es que el desarrollo previsto implica la llegada de industrias que, casualmente, son grandes consumidoras de agua. Es decir, vamos a poner fábricas en zonas donde no hay suficiente agua ni para las casas. Suena contradictorio, ¿no?
Luis Antonio Moya Fonseca, del IMTA, lo dijo sin rodeos: no puede haber desarrollo justo ni sostenible si no hay suficiente agua, y si no se maneja bien. Porque además del consumo, también enfrentamos problemas con la calidad del agua y los efectos del cambio climático, como sequías más intensas y lluvias más erráticas. O sea, tenemos presión por todos lados.
La solución, según los expertos, pasa por un enfoque distinto: una «nueva gobernanza del agua», donde la gestión sea más local, más participativa y con base en ciencia. Traducido al español: que la gente de las regiones tenga voz, que se escuche a quienes saben y que las decisiones se tomen con datos, no con ocurrencias.
Jorge Salgado, también del IMTA, dejó claro que el instituto no está en contra del desarrollo. De hecho, lo apoya, pero con condiciones: que el agua no se convierta en una víctima colateral. Porque este recurso no solo es vital para beber o regar, sino que es un derecho humano y una base para el desarrollo mismo. Y si se agota, no habrá ni bienestar ni polos.
Por si fuera poco, Salvador Barraza, otro tecnólogo del IMTA, explicó que en México hay un contraste tremendo: en el norte hay pocas lluvias pero sí hay presas; en el sur sureste llueve mucho, pero no hay infraestructura para captar ni almacenar esa agua. Lo que urge es construir obras estratégicas —presas, acueductos, sistemas de tratamiento— para equilibrar esa balanza. Porque si no hay agua, no hay industria, no hay empleo, y no hay transformación que aguante.
Entonces, mientras se habla de progreso y bienestar desde Palacio Nacional y las oficinas de planeación, el agua sigue siendo el gran tema pendiente. Y no se trata solo de ver cuánto llueve o cuánta agua usamos, sino de entender que sin una estrategia hídrica sólida, cualquier desarrollo está condenado a fracasar antes de empezar.
Así que la pregunta no es si los polos son una buena idea. Lo son. Pero, ¿cómo van a funcionar si no hay agua ni para lo básico? Esa, amigos, es la gota que podría derramar el vaso.
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