• 2 de mayo de 2024 12:53

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Resiliencia en ancianos frente a la covid: «Todo pasa y de todo se sale»

CDMX, 19 de enero del 2022.-

por Raquel Tomé

Ser resilientes significa adaptarnos positivamente frente a la adversidad y de eso, las generaciones precedentes, saben mucho.

Han pasado el trauma de una guerra y la miseria de la posguerra, transitaron durante largos años por un país devastado y desértico donde no había casi de nada, pero consiguieron aprender de los errores del pasado y nos legaron con ingente sacrificio, esfuerzo y grandes dosis de determinación un país pacificado, próspero y democrático.

Estamos ante personas muy entrenadas en lidiar con circunstancias extremas y en poner en marcha los recursos psicológicos que les ayudaron a sobrevivir y a salir con grandeza hacia adelante.

Ann Masten, psicóloga docente de la Universidad de Minnesota y experta en resiliencia, la describe como una capacidad que desarrollamos a lo largo de la vida.

Durante nuestro desarrollo evolutivo somos progresivamente expuestos a desafíos que nos generan diversos niveles de estrés y que nos resultan manejables.

Psicóloga Raquel Tomé
La psicóloga Raquel Tomé/ Foto cedida

Vamos aprendiendo a conocernos mejor a nosotros mismos, a descubrir y desarrollar recursos y herramientas internas que nos ayudan a enfrentamos a circunstancias desafiantes.

Cuando hablamos de nuestros mayores aludimos a un grupo de personas con edades comprendidas entre los 60 y 100 o más años. Una franja de edad muy dispar y heterogénea, en la que descubrimos muchas diferencias en niveles de vulnerabilidad y de recursos propios para salir adelante.

Mayores: enorme sufrimiento durante la pandemia

Sabemos que su sufrimiento ha sido enorme durante esta pandemia y no sólo por el estado de alarma, también por las férreas restricciones que se prolongaron a lo largo del tiempo, especialmente en residencias de ancianos. Las carencias en el contacto afectivo, necesario para calmarnos cuando estamos muy asustados, erosionó su estabilidad física y emocional.

Quizá como sociedad debamos reflexionar sobre esta experiencia inusual y extraordinaria y aprender a mejorar la manera de humanizar el cuidado de los más vulnerables.

Hemos constatado como en las residencias muchos se derrumbaban psicológicamente por falta de contactos afectivos y una estimulación deficiente.

Confinados en sus habitaciones, clausurado el contacto con el exterior y alterados todos los espacios de convivencia y actividades ocupacionales comunes dentro de las propias residencias, nos encontramos a ancianos que pasaron muchas horas solos.

Comían en soledad, sin sus terapias ocupacionales, sin su iglesia, sentados y alejados en los salones donde antes charlaban y hacían actividades, distanciados en sus paseos por los pasillos como zombis tristes y, además, cuando se encontraban tenían el hándicap de que muchos no oían ni veían bien y, no poder acercarse unos a otros, desanimaba cualquier conversación.

Debemos ser conscientes que muchos pasaron el estado de alarma y el confinamiento con gran sufrimiento y soledad. La tecnología, un apoyo para otros colectivos, fue sólo una herramienta parcial para muchos mayores de edades avanzadas poco familiarizados con su uso.

Belia Salgado
Belia Salgado/Foto cedida

Por otro lado, aquellos aquejados de graves problemas cognitivos no comprendían por qué no venían a verles sus familiares y se sentían profundamente abandonados. En muchos países urgió abordar este factor de estrés y encontrar la forma de que les visitaran las familias por el temor a que murieran más de pena que de Covid.

Ya en su día, la British Psychological Society asesoró al Gobierno británico para que fuera cauto en las recomendaciones hacia los mayores de permanecer en casa y aislados, y que se basaran en las condiciones médicas de la persona y evitara así aplicar el rasero de la edad, ya que el aislamiento en mayores conlleva graves consecuencias de deterioro físico y mental y reduce en un 26 % la esperanza de vida (Holt-Lunstad, 2015)

Pero lo que esta pandemia ha evidenciado es que la resiliencia no es únicamente una cuestión propia, sino que cada persona es un sistema en interdependencia con otros sistemas.

Así lo explica Ann Masten:

Mi resiliencia como individuo depende de que la resiliencia de muchos otros sistemas funcione y lo estamos constatando durante la pandemia. Y, es ahora, cuando somos conscientes de cuánto dependemos del apoyo de otros, de cuán vital es nuestro sistema nacional de salud y de que los servicios de emergencia funcionen, de que tengamos personas en nuestras familias y comunidades que nos brinden su afecto y apoyo”.

Cuatro ancianos cuentan sus vivencias

covid mayores
Gonzalo, el marido de Belia Salgado/Foto cedida

Hemos hablado con cuatro ancianos de más de 80 años que nos han contado su experiencia: ¿Cómo lucharon para mantenerse fuertes y resilientes? ¿Cómo nutrieron este reservorio variable que puede disminuir y aumentar? ¿Qué pensaron para apuntalar su confianza de que podían salir adelante cuando el virus les cercaba y se sabían en la diana? ¿Qué pensaban cuando supieron que por ser los más mayores serían desahuciados?

Gonzalo y Belia Salgado, Pilar Herrero y Mercedes López tienen 86, 85, 80 y 86 años respectivamente.

Los cuatro tienen circunstancias muy distintas. Gonzalo vive con su esposa Belia, Pilar vive sola y Mercedes en una residencia. Nos contaron cuáles fueron los apoyos fundamentales que les ayudaron a mantenerse en pie y seguir adelante incluso cuando la sigilosa muerte les rondaba:

  • A Gonzalo y Belia les ayudó mucho saber que si se ponían malos tenían un seguro privado médico y “allí te hacen pruebas de todo tipo, no te dejan salir si tienes cualquier mínima cosa”, y también que estaban fuera de Madrid, “en Mejorada estábamos bien, con la familia. Nadie estuvo malo”.

  • Pilar nos contó: “He pasado terror porque yo vivo en Torrejón de Ardoz y por aquí cerca del aeropuerto entró todo. Además, el hospital de Torrejón estuvo a reventar. Pero, aunque vivo sola llamaba a mi amiga Celia y ella me animaba y calmaba. Y también tengo a Dios y a la Virgen conmigo, que me ayudan mucho. Nunca estoy sola. Después me obligaba mucho a cuidarme: comer bien, dormir bien y dar mis paseos cuando nos dejaron salir. Nosotros nos hemos criado casi sin nada, yo por tener no he tenido ni madre, no como los jóvenes de ahora que lo tienen todo. Tenemos mucha capacidad de sacrificio y sufrimiento. Hemos pasado mucho, antes con cualquier cosa estábamos contentos”.

     

    Pilar Herrero
    Pilar Herrero/Foto cedida
  • Mercedes vive en una residencia en Carrión de los Condes (Palencia). Enfermó de Covid, pero salió adelante. Lo que más recuerda fue el apoyo de su hija que casi no le dejaba tiempo ni para pensar en lo mala que estaba de tanto llamarla. “Esto me animó mucho para salir adelante. Sabía que todavía me necesitaban aquí”.

Mercedes aprendió a usar la videollamada por WhatsApp y a enviar mensajes a sus 86 años. Esto le ayudó mucho a seguir conectada, a disfrutar de los mensajes diarios de su amiga Mari Tere que le llenaban de ilusión, a llamar a sus amigas y su hija, que organizó a las suyas para que la llamaran de vez en cuando y estuviera más distraída. “También estaba muy atendida por mi médico Don Fran, que me animaba a visitarle y así salía un poquito y no estaba tan decaída”. Y tenía a su confidente, la trabajadora social de la Resi y sus cuidadores, que aunque muy ocupados siempre estaban ahí.

Es decir, la resiliencia la podemos nutrir y llenar nuestras reservas. Y, cuando hemos atravesado una situación traumática, nuestra capacidad de recuperación es inmensa y depende mucho de estar bien apoyados y cuidados.

¿Cómo? ¿Qué ayudó a estos ancianos/as?

  1. Cuidar con mimo el regalo delicado de la salud y de la vida: comiendo y durmiendo bien, haciendo ejercicio.

  2. Contactar presencial o telefónicamente con seres queridos que les ayudaron a mantenerse positivos y a regularse emocionalmente cuando la tormenta de las emociones difíciles era abrumadora.

     

    Mercedes López con Raquel Tomé
    Mercedes López (izq.) junto a Raquel Tomé en la residencia de Carrión de los Condes (Palencia)/Foto cedida
  3. Agradecer de corazón a la vida lo que tenían: un rayo de sol, un corto paseo, un encuentro casual, una llamada, etc.
  4. Saber que disponían de médicos que cuidarían de su salud y no les negarán una hospitalización si fuera necesaria, que tendrían una muerte digna si llegaba el final.

  5. Buscaron estar entretenidos y desconectar de las preocupaciones y del bombardeo de los medios de comunicación.

  6. Una fuerte y nutrida espiritualidad.

  7. Alimentaron la esperanza con el luminoso pensamiento: “Todo pasa y de todo se sale”.

Porque nadie mejor que los mayores conocen la relatividad de las desgracias y saben extraer de ellas valiosas enseñanzas.

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