• 2 de mayo de 2024 00:11

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Octavio Paz, el Nobel de México: ¿aliado o traidor de la izquierda?

CDMX 01/04/ 2022.- Durante sus años juveniles y su primera faceta como pensador, el autor de El Laberinto de la Soledad fue un joven aguerrido, con la utopía izquierdista enraizada en el alma. En las décadas de 1930 y 1940, igual que muchos de su generación, se opuso al régimen nazi de Adolfo Hitler, estudió marxismo, escribió poemas contra el fascismo, viajó a España para oponerse a la dictadura de Franco y escribió loas sobre la promesa del socialismo que, según él, se materializaba en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Sin embargo, con el tiempo, la balanza se fue al centro, pero sobre todo al oficialismo que en aquel entonces encarnaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la fuerza política que gobernó México durante más de 70 años y cuya hegemonía fue bautizada como «la dictadura perfecta» por el novelista Mario Vargas Llosa.
¿Cómo y por qué cambió tanto el pensamiento político de Octavio Paz? Esa es una de las preguntas que se han planteado decenas de historiadores, politólogos y escritores de toda América, tratando de entender el sinuoso camino intelectual de este intelectual mexicano, tan criticado como respetado en el continente.

El joven rebelde

Nacido en 1914 en una familia que tuvo un papel muy activo en la Revolución Mexicana, Octavio Paz enfocó su primera etapa de crítica poética-política a señalar los errores y las carencias del movimiento armado —y luego institucionalizado— que derrocó el longevo Gobierno de Porfirio Díaz.
Su padre Octavio Paz Solórzano fue escribano y abogado de Emiliano Zapata, uno de los caudillos revolucionarios más importantes de México.
Todo ello posicionó al autor de Piedra de sol dentro de una paradoja: él mismo era producto de las ideologías más liberales y radicales de México, pero a su vez era benefactor directo del controversial y corrupto sistema político que había establecido la Revolución.
Por ese motivo, sus primeras inclinaciones ideológicas fueron hacia la izquierda, el socialismo y, más específicamente y después del desencanto de Stalin, al trotskismo.
«En 1937 la amenaza eran Hitler y sus aliados. Hicimos bien en oponernos. Además, había la gran esperanza encendida por la Revolución de Octubre de Rusia. Ahora sabemos que ese resplandor, que a nosotros nos parecía el de la aurora, era el de una piel sangrienta», agregó Paz.

El rompimiento con Pablo Neruda

En 1937, la España republicana hermanó a escritores e intelectuales de todo el mundo. Por América Latina, el representante era el poeta chileno Pablo Neruda, quien en aquellos años ya gozaba de una fama bastante considerable.
Había otro poeta, más joven, mexicano: Octavio Paz. Él también se oponía a la injusticia social auspiciada por el libre mercado del capitalismo. Ambos artistas confiaban en la utopía socialista de un mundo mejor.
Más de 150 artistas del mundo asistieron al II Congreso Internacional de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, que inauguró Juan Negrín, presidente de la República española. Dos años después, la República sería derrotada a manos de las fuerzas fascistas de Francisco Franco, quien impondría en el país ibérico una dictadura que acabaría hasta 1975.
Conforme pasaron los años, Octavio Paz se alejó gradualmente de los pensamientos de izquierda luego de enterarse del que, dijo, era un totalitarismo implementado por Stalin en la URSS. Fue así que el poeta mexicano comenzaba a adoptar posturas más críticas en torno al comunismo, a la par que su fama y su peso político aumentaban y, con ello, su círculo de lectores, admiradores y colaboradores. Neruda lo tomó a mal. Lo llamó públicamente «artepurista» y «poeta traidor». Paz, por su parte, lo criticó por «estalinista» «ególatra».
Sus detractores
El filósofo mexicano Emilio Uranga, quien en su juventud fue admirador de Octavio Paz, criticó que el autor de El laberinto de la soledad asumió una postura tan favorable para el Gobierno de México durante el Movimiento Estudiantil de 1968, que fue reprimido por las fuerzas militares, dejando una cantidad de muertos y desaparecidos que, hasta la fecha, no ha sido confirmada.
En aquel año, Paz era embajador de México en la India. Cuando llegaron a él las noticias de la masacra de Tlatelolco, renunció a su cargo diplomático, en protesta con el actuar del presidente Díaz Ordaz. Sin embargo, sus detractores argumentaron que su renuncia nunca representó un alejamiento del régimen, e incluso Uranga calificó a Paz como «comerciante de muertos» que optó por una «renuncia oportunista».
Su faceta diplomática fue una de las más criticadas. Además de haber sido embajador en la India en la década de 1960, también fue encargado de negocios de México ante Japón en 1952. Durante muchos años, publicó en medios de comunicación y diversos ensayos opiniones favorables al régimen priista, algo que fue mal visto por la izquierda y los sectores más progresistas.
En 1990, la Academia Sueca otorgó el Premio Nobel de Literatura a Octavio Paz «por una apasionada escritura con amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística», según el jurado. Casi una década antes, fue acreedor, también al Premio Cervantes.
La realidad es que, pese a todo, Octavio Paz sigue siendo objeto de homenajes, debates, publicaciones, honores y críticas en México. Muchos le llaman el «intelectual orgánico» por excelencia; otros lo halagan por ser el autor de algunas de las críticas más puntuales hacia la izquierda mexicana.
En su ensayo La Universidad, los partidos, los intelectuales, Paz asegura que «la izquierda mexicana ha cubierto la realidad real del país con una capa de fórmulas y lugares comunes. Hubo un obscurantismo clerical; ahora hay un obscurantismo progresista». También afirma que «la izquierda mexicana quiere salir de su letargo intelectual debe comenzar por hacerse un riguroso examen de conciencia filosófica y política». Hoy, México es gobernado, por primera vez, por un Gobierno que se autoproclama de izquierda.

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