• 2 de mayo de 2024 17:31

Noticias de política y cultura de México

No creía en el Covid-19 hasta que murió mi tía y mi padre enfermó 

Poradmin

Oct 6, 2020

Por Daniel Vivas

Ciudad de México, 6 de octubre de 2020 (Maya Comunicación). – Cuando comenzó a hablarse de la pandemia por coronavirus inició una nueva etapa en mi vida. Yo acababa de terminar algunos proyectos profesionales, y tenía todo el entusiasmo de continuar; pero antes de ello, opté por tomar unas vacaciones. Me dirigí a Xalapa, Veracruz, donde vive mi hermana y fui al encuentro de esa ciudad tranquila y de abundante café, lo que la hace aún más de mi agrado.

 

 

 

Estando ahí, sonó con fuerza la noticia de una pandemia en Europa por coronavirus; los países más afectados, España e Inglaterra. La noticia se propagaba en medios de información y redes sociales -el medio que más frecuento-. Los gobiernos de aquellos países decretaron cuarentena para evitar contagios. Entonces creí que el virus no podría expandirse más. ¡Qué equivocado estaba!

 

 

 

Dos meses después, en marzo, las autoridades mexicanas decretaron también cuarentena. El coronavirus había llegado a México.

 

 

 

Yo seguí las indicaciones del Subsecretario de Salud, Hugo López- Gatell, quien comenzó a informar sobre el tema y lo que debía hacerse para evitar contagios. Yo seguí al pie de la letra la recomendación del “Quédate en casa”. Me confiné, pese a estar en un lugar que no era mi hogar; estaba lejos de mi familia, de mi madre.

 

 

Las indicaciones se sucedieron, pero eran contradictorias y confusas. Por un lado, López-Gatell recomendaba usar cubrebocas y no salir de casa; por otro, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sugería llevar la vida normal y cotidiana de siempre. Desde su conferencia mañanera decía que podíamos ir a cines y restaurantes para evitar la caída en la economía.

 

 

 

Yo estaba desconcertado, no sabía a quién hacerle caso. Y a falta de información fidedigna, comenzaron los rumores sobre el coronavirus como parte de un plan político, en complicidad con los medios de comunicación.

 

 

 

Pero en mayo los rumores se dispersaron, pues los hechos en México comenzaron a hablar por sí mismos. La pandemia por Covid-19 había cobrado la vida a unas 50 mil personas, sobre todo adultos y personas de la tercera edad; y había infectado a unas 500 mil.

 

 

 

En Xalapa, lejos de casa y ante esas cifras y dentro del torbellino de información, comencé a sugestionarme y hasta creí tener el virus; porque tuve resfriado y dolor de cabeza. Mi pánico crecía conforme pasaban los días, y con un grado de ansiedad muy alto, debido al encierro, decidí regresar a la Ciudad de México; pues me aterraba la idea de morir lejos de mi casa.

 

Además, extrañaba a mi madre. Aunque era irresponsable regresar a casa porque podía contagiarla con facilidad, por ser ella de la tercera edad. Pero afortunadamente, luego de hacerme la prueba, salió negativa. Nunca tuve covid-19, sólo fue autosugestión.

 

 

 

Ya en casa con mi madre, recibí un mensaje para informar que tenían Covid mi papá y mi tía que vive con él en Houston, Texas. Mi padre era el más grave. Tenía fiebre, tos, dolor de huesos, falta de apetito y ya no podía pararse de la cama.

 

 

 

En las llamadas que sostuvimos, mi padre se escuchaba extremadamente cansado; por eso tratamos de mantenernos en contacto con él a diario. Mi mente y mis oraciones estaban puestas en él, y en el medicamento que le llevó una prima que vive también en Texas; ya que en Estados Unidos no le recetaron medicamento, sólo le pidieron aislarse.

 

 

 

Con la preocupación de que mi papá se debatía entre la vida y la muerte por el Covid-19, lamentablemente recibí otra trágica noticia. Nos avisaron del fallecimiento de una tía materna, cercana y querida.

 

 

 

Ella había sido hospitalizada en Tejupilco, Estado de México y murió en el nosocomio. Mi madre se encontraba a su lado, en el hospital. En casa planeamos ir al funeral, pero como el diagnóstico fue por sospecha de Covid-19, su entierro fue de inmediato, y con pocos asistentes; entre ellos mi madre.

 

 

 

Me dirigí temprano a Tejupilco para lograr ver a mi madre que se encontraba devastada, y muy enojada por el entierro sorpresivo y fugaz; pues lamentó no haber podido ver a su hermana para despedirse por última vez; como se acostumbra en los velorios católicos.

 

 

 

Mi madre rechazó el diagnóstico de muerte por sospecha de Covid. Mencionó que mientras estuvo en el hospital pudo ver que, ante cualquier síntoma, colocaban a los enfermos como sospechosos de Covid, sin revisión previa.

 

 

 

A días del fallecimiento de mi tía; se volvió a comunicar mi padre y dijo que afortunadamente lograron vencer la enfermedad, él y su hermana; y que la experiencia vivida no se lo desearía ni al peor de los enemigos. Nos aconsejó no bajar la guardia y, ahora sí, creer que existe el Covid-19.

 

 

 

Así, tras lo vivido, después de seis meses desde la declaratoria de la emergencia sanitaria, mi incredulidad quedó en el olvido. El virus es una realidad y ha sido causa de decenas de muertes todos los días.

 

 

 

Luego de lo que viví con mi familia, el Covid-19 dejó de ser una noticia lejana, una teoría conspiratoria; y pasó a ser una pandemia letal; cercana, que se llevó a mi tía e hizo sentir la muerte a mi padre y su hermana.

 

 

 

Por ello, después de esas amargas experiencias, no queda más que seguir resistiendo, continuar con los protocolos y no perder la esperanza en un dios y en la ciencia para que esto termine pronto.

Por admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *