Si en los últimos años viajar en tren por México te parecía una experiencia exótica —pensemos en el clásico Chepe atravesando la Sierra Tarahumara—, hoy ese paisaje se está volviendo más familiar: el país vive un renacer ferroviario que mezcla megaproyectos de transporte, trenes turísticos consolidados y pequeñas iniciativas regionales que buscan convertir vías y estaciones en microcorredores culturales. ¿Qué significa eso para quien viaja, para las comunidades y para la oferta turística en general? Te lo cuento por partes, con lo bueno, lo complejo y lo que conviene preparar antes de subirse al vagón.
¿Qué está pasando ahora, en pocas palabras?
En los últimos dos años se notó un aumento en el uso de trenes vinculados al turismo: el Tren Maya incrementó notablemente su número de pasajeros durante 2024, mientras rutas históricas como el Chepe mantienen su atractivo para viajeros nacionales y extranjeros. Al mismo tiempo, gobiernos estatales y federales impulsan obras y reactivaciones de trenes regionales (por ejemplo, proyectos anunciados para arrancar obras en 2025 y la reapertura planificada del tren Puebla–Cholula), lo que está generando nuevas posibilidades para crear pequeños “corredores” turísticos ligados a cultura, gastronomía y naturaleza.
¿Qué es un “microcorredor cultural” ferroviario?
No es un término oficial sino una idea práctica: tramos cortos o servicios locales (de pocas decenas a cientos de kilómetros) que conectan pueblos, haciendas, mercados y sitios patrimoniales en los que la experiencia del viaje —la estación, el vagón, los anfitriones— se integra con actividades culturales (talleres, degustaciones, visitas guiadas). A diferencia de un tren de larga distancia, un microcorredor busca ritmo pausado, pausas prolongadas en estaciones y economía local visible (artesanos, productores, guías). Esto facilita que comunidades pequeñas capten turistas sin depender exclusivamente de los grandes nodos urbanos.
Beneficios esperables
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Experiencias más inmersivas y lentas: el tren permite una narrativa del viaje —paisaje, relatos desde la ventanilla, paradas programadas— que los vuelos o el auto no replican fácilmente.
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Desarrollo económico distribuido: si se diseñan bien las paradas, más pueblos pueden beneficiarse del flujo turístico (venta directa, talleres, hospedaje comunitario).
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Valor patrimonial: estaciones, puentes y vías pueden recuperarse como memoria viva (museos pequeños, mercados en estaciones, ferias locales).
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Sostenibilidad de la experiencia turística: desplazamientos por ferrocarril suelen tener una huella de carbono menor por pasajero que el auto o el avión y favorecen viajes más lentos y menos masificados. (Beneficios que dependen de políticas de operación y de la demanda).
Riesgos y desafíos — lo que conviene no romantizar
No todo es postal: grandes proyectos ferroviarios llaman la atención por su escala y por las tensiones que generan. El Tren Maya, por ejemplo, ha registrado fluctuaciones grandes en su uso —con meses de crecimiento importante en 2024— pero también ha enfrentado críticas por el impacto ambiental y por retrasos en la entrega de infraestructura complementaria para hacer a las comunidades realmente parte del circuito. Además, la simple existencia de un tren no garantiza afluencia: hace falta conectividad secundaria (autobuses locales, senderos, señalética), regulación de tarifas y promoción efectiva.
Rutas a seguir de cerca
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El Chepe (Sierra Tarahumara): ya es un clásico que sigue atrayendo turismo de experiencia —paisaje, pueblos rarámuri y ecoturismo— y sirve de modelo sobre cómo un tren puede mantener un flujo constante de visitantes si se integra con operadores locales.
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Tren Maya: su crecimiento de pasajeros en 2024 muestra demanda, pero también expone la necesidad de coordinación para que el desarrollo turístico sea real y equitativo.
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Reactivaciones regionales: proyectos y anuncios como la reapertura (o ampliación) del Tren Puebla–Cholula y obras en distintos tramos nacionales apuntan a más microcorredores en el corto plazo —ideal para artículos que narren el antes y el después de cada comunidad vinculada—.
Cómo se están diseñando las experiencias
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Paradas largo tiempo: estaciones que no solo reciben pasajeros, sino que los invitan a bajar: mercados, talleres de artesanía, catas o tours cortos.
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Colaboración público–privada: muchas rutas se sostienen con inversión mixta —operadores privados que cubren el servicio y gobiernos locales que aportan infraestructura turística.
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Narrativa local: guías y material turístico que privilegiarán historias (fábricas, ejidos, oficios) más que panorámicas superficiales.
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Tecnología en venta de boletos y trazabilidad: apps y plataformas que permitan reservar asientos y paquetes integrados (tren + actividades) serán cada vez más comunes.
Consejos prácticos para viajeros interesados ahora mismo
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Planifica con tiempo: muchos servicios turísticos en tren son limitados en cupo y requieren reserva anticipada (y a veces paquetes con alojamiento).
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Busca paquetes locales: los microcorredores suelen ofrecer combos (tren + taller + comida) que favorecen a la economía local y hacen el viaje más sencillo.
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Infórmate sobre sostenibilidad y impacto: pregunta cómo el proyecto integra a las comunidades y qué medidas de conservación existen —si eres viajero responsable, esa información importa.
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Lleva efectivo local: en estaciones pequeñas, la venta directa de artesanías o comida puede ser en efectivo y a veces a precios muy competitivos.
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Sé flexible con el tiempo: las mejores experiencias ferroviarias suelen premiar la calma; evita apurar el itinerario.
Para periodistas y narradores: buenas historias para contar
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El proceso de transformación de una estación abandonada en un centro cultural.
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Cómo una cooperativa de cocineras locales adapta su oferta para los pasajeros del tren.
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Un día con un maquinista: la logística y la historia detrás del recorrido.
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Efectos económicos reales en poblaciones que reciben al tren por primera vez.
¿Es el tren la solución mágica?
No hay soluciones milagrosas: el éxito del renacimiento ferroviario dependerá de la coherencia entre obra pública, proyectos turísticos locales, protección ambiental y la voluntad de colocar a las comunidades en el centro. Lo prometedor es que la combinación de trenes consolidados (como el Chepe), megaproyectos con alta visibilidad (Tren Maya) y reactivaciones de microrutas locales (Puebla–Cholula y otras) crean un mosaico de posibilidades. Para el viajero, esto se traduce en más opciones para viajar despacio, historias más ricas por estación y la oportunidad de apoyar economías locales si se viaja con intención.































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