Por Juan Pablo Ojeda
Desde la cumbre del G7 que se celebra en Kananaskis, Canadá, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a agitar las aguas con un anuncio que podría marcar un nuevo pico de tensión en la política migratoria estadounidense: intensificará las redadas migratorias en las principales ciudades gobernadas por demócratas, las llamadas ciudades santuario.
“Quiero que se centren en las ciudades, porque ahí se engloban las llamadas ciudades santuario, y ahí es donde reside la gente”, declaró Trump durante una intervención conjunta con el primer ministro de Canadá, Mark Carney, subrayando que el objetivo de su administración es deportar a migrantes indocumentados que, asegura, han encontrado refugio en estas zonas urbanas.
Las ciudades santuario son jurisdicciones que limitan su cooperación con las agencias federales de inmigración, con la intención de proteger a los migrantes de detenciones arbitrarias por motivos exclusivamente migratorios. Ciudades como Los Ángeles, Chicago y Nueva York se han convertido en bastiones de esta política, lo que ha irritado profundamente a Trump, quien sostiene que estas zonas “albergan a millones de indocumentados”.
A través de su red Truth Social, Trump adelantó el domingo que se intensificarían las operaciones del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) en dichas ciudades. Esta ofensiva migratoria ha generado una ola de críticas desde sectores defensores de derechos humanos y de gobiernos locales, pero el presidente estadounidense no ha dado señales de dar marcha atrás.
En su intervención, el mandatario republicano no solo arremetió contra los migrantes, sino también contra los líderes demócratas. Acusó a Chicago de estar “invadida por criminales” y calificó al gobernador de Illinois, JB Pritzker, como “probablemente el peor del país”. También apuntó contra el alcalde de Chicago, Brandon Johnson, asegurando que “la ciudad está fuera de control”.
En relación con los disturbios en Los Ángeles, que llevan más de una semana activos debido a las redadas, Trump aseguró que “esa gente no era de Los Ángeles. No era de California”, insinuando que los migrantes no solo alteran el orden, sino que son ajenos a las comunidades en las que residen.
La polémica escaló aún más luego de que Trump decidiera, sin consultar a las autoridades estatales, enviar a la Guardia Nacional a Los Ángeles para apoyar las acciones migratorias. Esta acción fue duramente criticada por funcionarios californianos y posteriormente bloqueada por un juez federal. No obstante, una corte de apelaciones ha dejado en suspenso esa orden judicial, dejando la situación en una especie de limbo legal.
Este nuevo embate de Trump en plena cumbre internacional marca una clara intención de reforzar su perfil político frente a temas clave como la migración, de cara al complejo panorama electoral estadounidense. Mientras tanto, el resto del mundo observa con atención cómo la crisis migratoria en EE.UU. vuelve al centro del debate… esta vez, con eco internacional.
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