Por Juan Pablo Ojeda
En la mañanera de este lunes, Claudia Sheinbaum dejó claro que, aunque fue invitada a la inauguración del Mundial 2026, no piensa tomar ese lugar privilegiado. Cuando un reportero le preguntó si reconsideraría su presencia tras lo ocurrido en el sorteo en Washington, la presidenta respondió sin rodeos: “Voy a ver la inauguración aquí con la gente en el Zócalo y voy a dar ese boleto a alguien que no tenga la oportunidad de ir”. Para ella, más que un gesto simbólico, es una forma de refrendar que su estilo de gobierno apuesta por la cercanía con la ciudadanía.
Sheinbaum reveló además que ya había comentado esta idea con Gianni Infantino, presidente de la FIFA, durante su visita a México. Según contó, el directivo se sorprendió positivamente, al grado de reconocer que nunca había escuchado una propuesta similar de un jefe de Estado. Y aunque históricamente solo dos mujeres han estado en una inauguración mundialista —Dilma Rousseff en 2014 y la reina Isabel en 1966—, la mandataria mexicana descartó sumarse a ese pequeño grupo para mantener su compromiso de celebrar el arranque del torneo desde el corazón de la capital.
Durante el sorteo en Washington, la convivencia entre mandatarios tuvo dos tonos: uno ligero y futbolero en el palco, y otro más estratégico en la reunión privada posterior. Primero, entre comentarios sobre por qué ciertas selecciones se consideran favoritas, la lógica de los bombos y las tradiciones deportivas de cada país, los líderes compartieron el momento como aficionados más que como jefes de Estado.
Pero ya en la mesa formal, el diálogo se movió hacia temas de fondo. El comercio bilateral fue la pieza central: oportunidades de inversión, cooperación económica vinculada al Mundial y mecanismos para aprovechar la visibilidad internacional que traerá el torneo. Sheinbaum destacó que Donald Trump, pese a su carácter impredecible, se mostró “particularmente amable y cordial”, gesto que ella interpretó como una señal del creciente peso de México en la región.
Entre fútbol, diplomacia y símbolos políticos, Sheinbaum busca proyectar una imagen de presidenta cercana y pragmática: una que puede rechazar un asiento VIP en el evento deportivo más visto del mundo para mirar el partido desde el Zócalo, pero que también aprovecha cada encuentro internacional para mover piezas estratégicas en la relación con Estados Unidos.
































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