Por Bruno Cortés
El Senado de la República arrancó su Segundo Año de Ejercicio Legislativo con un plan de trabajo tan meticuloso como una agenda de burócrata obsesivo. La presidenta de la Mesa Directiva, Laura Itzel Castillo Juárez, informó al Pleno que la Junta de Coordinación Política (Jucopo) definió un calendario con 31 sesiones ordinarias para el Primer Periodo Ordinario de Sesiones, que se extenderá del 1 de septiembre al 15 de diciembre de 2025.
La noticia, presentada en la Gaceta del Senado y avalada por los distintos grupos parlamentarios, busca ofrecer certidumbre sobre el ritmo de trabajo en la Cámara Alta. En otras palabras, se trata de una especie de reloj legislativo que marcará las semanas con precisión casi suiza… aunque con descansos estratégicos para no romper la tradición mexicana de celebrar las fechas patrias con calma.
El calendario establece que la mayoría de las sesiones se celebrarán los martes y miércoles, una decisión que, aunque parece técnica, refleja la lógica política de concentrar el trabajo en dos días para dejar espacio a las negociaciones, los acuerdos en corto y, por supuesto, las inevitables giras mediáticas de los senadores. La productividad, dicen, se mide no solo en horas de sesión, sino en el peso de los dictámenes que logran avanzar.
En septiembre, el Senado sesionará los días 1, 2, 9, 10, 17, 18, 23, 24 y 30, con el 16 como descanso obligatorio, porque ni los legisladores osarían robarle protagonismo a la Independencia. Octubre luce igual de cargado, con nueve sesiones programadas entre los días 1 y 29, mientras que en noviembre se contemplan ocho sesiones, con un descanso el día 17, cuando el país recuerde la Revolución.
Para diciembre, el Senado prevé cinco jornadas, los días 2, 3, 9, 10 y 15, fecha en la que se realizará la clausura del periodo ordinario. Ese último día promete ser un desfile de discursos triunfales, cifras infladas de productividad y, probablemente, las primeras miradas hacia lo que será el periodo electoral de 2026.
El lado positivo del acuerdo es evidente: un calendario transparente que permite anticipar el debate de las reformas más relevantes y otorga a la ciudadanía un marco claro para dar seguimiento a los trabajos legislativos. En tiempos de incertidumbre política, la certeza de 31 sesiones suena, cuando menos, a un compromiso con la formalidad institucional.
Sin embargo, más allá de la sobriedad del documento, el calendario también es un recordatorio de la coreografía política que domina en San Lázaro y Reforma: mucho de lo que se debate en tribuna ya se negoció antes en oficinas cerradas. El calendario marca las fechas, pero no necesariamente define la intensidad de las batallas que ahí se librarán.
En resumen, el Senado se prepara para un cierre de año cargado de sesiones, discursos y dictámenes. Habrá quienes celebren la disciplina institucional, y quienes recuerden que un calendario lleno no garantiza resultados a la altura de las expectativas ciudadanas. Al final, lo importante será medir no cuántas veces se sentaron, sino qué tanto avanzaron en resolver los problemas del país.
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