En la Cámara de Diputados el ambiente anda cargado, y no solo por la agenda de fin de periodo. El tema que trae a todos con el nervio de punta es la nueva ley de aguas, una reforma que suena técnica, pero que en la práctica podría moverle el piso a casi 600 mil familias con concesiones vigentes. Por eso, antes de que el dictamen llegue a su recta final, la presidenta de la Mesa Directiva, Kenia López Rabadán, decidió abrir la puerta a quienes serían los más afectados: productores del campo de 10 estados que viajaron a San Lázaro para ser escuchados.
Según explicó la diputada, aún faltan dos etapas clave del proceso legislativo: primero, la discusión en las comisiones dictaminadoras —donde se afinan detalles, se aceptan o se rechazan propuestas— y después, la gran batalla en el pleno, donde los 500 diputados votarán la versión final. En pocas palabras, nada está escrito todavía.
López Rabadán quiso dejar claro que el diálogo no solo es bienvenido, sino necesario. En política, y sobre todo en temas tan sensibles como el agua, escuchar a quienes están “en el campo de batalla” puede evitar errores que se pagan caro. Los productores llegaron con inquietudes, pero también con propuestas concretas que ahora quedarán asentadas en una relatoría oficial que será enviada directamente a las comisiones responsables del dictamen.
La diputada insistió en que esta reforma no se va a aprobar al vapor ni con trucos parlamentarios. Dijo que el proceso será transparente, abierto y que todas las posiciones —tanto de oficialistas como de opositores— se pondrán sobre la mesa. El mensaje es claro: el derecho humano al agua no puede tratarse como trámite administrativo.
En este ambiente tenso, también ha crecido la posibilidad de protestas y bloqueos de parte de campesinos que temen perder sus derechos de uso. Ante esto, López Rabadán fue tajante: cualquier manifestación pacífica es legítima y debe respetarse. Pero también llamó a que se mantenga el orden para evitar que el debate se contamine de confrontación innecesaria.
Así, mientras se acerca la sesión clave del 3 de diciembre, el Congreso se prepara para una de las discusiones más sensibles del año. Una reforma que, aunque suene técnica, toca directamente el agua que riega cultivos, que sostiene comunidades enteras y que, en un país tan desigual como México, siempre será un tema político de primera línea.
































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