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PAN tomará la Mesa, pero Morena marca la agend

Por Bruno Cortés

 

La política en México a veces parece un juego de sillas, pero con reglas propias y con más cuidado en los gestos que en las palabras. Esta semana, Ricardo Monreal, el operador de Morena en la Cámara de Diputados, confirmó lo que ya estaba pactado desde el arranque de la legislatura: le toca al PAN presidir la Mesa Directiva a partir del 1 de septiembre. Así, aunque parezca que Morena suelta el control, en realidad lo hace con la calculadora en la mano y los acuerdos bien amarrados.

¿Por qué esto importa? Porque la Mesa Directiva no es solo un asiento bonito en San Lázaro. Es el timón del Congreso. Su presidenta (o presidente) decide qué se discute, cuándo y en qué orden. Es quien da la cara al país cuando se votan las leyes que terminan afectando la vida diaria: el precio del gas, los derechos laborales, los programas sociales. Así que no es cualquier silla.

Monreal, siempre hábil, no solo confirmó que se respetará el acuerdo rotativo entre partidos, sino que lo hizo envolviéndolo en un discurso de legalidad y respeto institucional, citando incluso a Claudia Sheinbaum como ejemplo de “demócrata”. Es decir: Morena cumple… pero no cede el control político. Saben que mientras tengan mayoría legislativa, pueden marcar el ritmo de las reformas que vienen, sin importar quién tenga el martillo de la Mesa.

Sobre quién podría ocupar esa silla, se menciona a Kenia López Rabadán, una panista conocida por su estilo combativo. Monreal fue diplomático: la respeta, dijo, pero advirtió que quien presida la Mesa deberá actuar con imparcialidad. O sea, “estás en tu derecho, pero no te emociones”.

Pero la cosa no se queda solo en cargos. Lo que verdaderamente se cocina en la Cámara de Diputados es la implementación del plan legislativo de Sheinbaum: una serie de reformas que buscan rediseñar el sistema judicial del país. Cuatro nuevas leyes ya están en la fila: la de Amparo (que define cómo los ciudadanos pueden defenderse del gobierno), el nuevo Código de Procedimientos Penales (para que los juicios sean más rápidos y justos —en teoría), una ley contra la Delincuencia Organizada, y otra sobre el sistema Contencioso Administrativo (básicamente, cómo se le puede reclamar al Estado cuando se abusa de su poder).

Además, viene una modificación al artículo 73 constitucional, clave para endurecer el castigo contra la extorsión, un delito que ya dejó de ser “de barrio” para convertirse en uno de los principales frenos para pequeños negocios, transportistas y hasta para el turismo.

En paralelo, hay planes para nuevas leyes de Salud y Bienestar, que buscan —según Morena— consolidar el sistema universal que prometió la 4T, pero que aún no aterriza del todo.

¿Y la reforma electoral? Monreal fue claro: todavía no hay propuesta concreta. Pero dejó sobre la mesa tres pistas: reducir el dinero que se le da a los partidos, hacer más barato todo el proceso electoral (que cada elección no cueste una fortuna), y diseñar una nueva fórmula de representación proporcional. Eso significa acercar a los diputados al pueblo, sin eliminar los famosos plurinominales… solo reordenarlos. En otras palabras, una cirugía a la representación, sin que nadie pierda demasiados privilegios.

Mientras tanto, los partidos se están sentando a la mesa. Monreal ya habló con los líderes del PAN, PRI, Movimiento Ciudadano, PVEM y PT. Todos quieren empujar sus temas, pero Morena lleva ventaja porque ya tiene el menú legislativo listo, y solo necesita sumar votos, no pedir permiso.

Así que sí, el PAN tendrá la Mesa Directiva. Pero en el Congreso, como en los juegos de poder, lo que importa no es solo quién lleva el mazo, sino quién escribe las reglas. Y esa pluma, por ahora, sigue en manos de Morena.

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