Por Juan Pablo Ojeda
El Gobierno federal metió este año una pieza nueva al rompecabezas educativo: el Certificado de Formación Profesional. Para mucha gente suena a puro trámite, pero en realidad es una herramienta diseñada para que los jóvenes salgan del bachillerato con algo más concreto que un papel de “terminaste la prepa”. La lógica es simple: reconocer qué saben hacer y facilitar que encuentren chamba o que sigan estudiando sin tanto enredo.
Este certificado forma parte del nuevo modelo del bachillerato nacional, donde todos los estudiantes cursan un “piso común” de materias, pero cada quien avanza por rutas distintas dependiendo del número de horas dedicadas a formación técnica o tecnológica. Si un joven se enfocó más en competencias laborales, recibirá un bachillerato tecnológico; si se quedó en el currículo fundamental, obtendrá un bachillerato general. En cualquier caso, todos salen con un certificado nacional que garantiza igualdad de contenidos esenciales sin importar en qué escuela estudiaron.
La novedad está en que este certificado va a respaldar habilidades reales, no solo listas de materias. Universidades con reconocimiento nacional lo avalarán, para que los egresados puedan entrar al sector productivo o explorar con más claridad qué área les late para el futuro. Y para que no se quede en discurso, la infraestructura escolar también se está reorganizando: aulas nuevas, laboratorios, espacios de cómputo y zonas de investigación que sigan los principios de la Nueva Escuela Mexicana, es decir, lugares donde los jóvenes puedan aprender haciendo.
Todo esto avanza junto con una meta grande: que ningún joven se quede sin prepa. El secretario de Educación, Mario Delgado, explicó que la demanda anual es de alrededor de 120 mil lugares, y la instrucción presidencial es cubrir al menos el 85%. Para llegar ahí, en 2025 se construyeron 20 planteles nuevos, se ampliaron 33 y se reconvirtieron 35, lo que abrió 37 mil espacios extra, equivalente a casi cuatro de cada diez lugares requeridos.
Para 2026 el paquete viene aún más robusto: 20 bachilleratos tecnológicos adicionales, 52 ampliaciones y 130 ciberbachilleratos, una estrategia que sumará más de 65 mil lugares. La idea es que la expansión de planteles vaya de la mano del nuevo modelo curricular, especialmente en la parte técnica y tecnológica que será el corazón del nuevo Certificado de Formación Profesional.
La subsecretaria Tania Rodríguez remarcó que todo esto no se trata solo de abrir escuelas, sino de cambiar la forma de aprender: combinar ciencia, humanismo, arte y actividad física para formar jóvenes más completos. Por eso se están renovando carreras en áreas industriales y de servicios, ajustándolas a las necesidades reales de cada región, y reforzando los bachilleratos tecnológicos agropecuarios y ambientales en comunidades rurales.
En resumen: el gobierno quiere que la prepa deje de ser una estación de paso y se convierta en un trampolín más útil para la vida real. Un certificado que reconozca lo que cada estudiante sabe hacer, planteles más adecuados y un modelo académico más conectado con la realidad del país. Esa es la apuesta. ¿Funcionará? Eso lo dirán los próximos años… y los jóvenes que hoy están tocando la puerta del bachillerato.































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