Por Bruno Cortés
La tarde se despidió sobre la bahía y, con la noche cayendo sobre Santa Clara, los San Francisco 49ers (5-2) volvieron a rugir. En su casa, el Levi’s Stadium, los Niners firmaron una victoria sólida por 20-10 ante los Atlanta Falcons (3-3), que siguen sin encontrar rumbo en una división donde los Buccaneers comienzan a escaparse.
San Francisco arrancó el juego con dudas, sobre todo por las ausencias en su defensiva. Pero la mente maestra de Robert Saleh volvió a dejar huella. Desde el primer cuarto, el novato Michael Penix Jr. nunca logró asentarse, y el ataque terrestre de Atlanta chocó una y otra vez contra una muralla dorada. Bijan Robinson, brillante una semana antes contra Buffalo, apenas pudo respirar.
El primer golpe fue de Atlanta, con un gol de campo de John Parker Romo, pero fue un espejismo. Los 49ers respondieron con su sello: una defensa que asfixia y un ataque que castiga. A pesar de una intercepción de Mac Jones —error compartido con Jauan Jennings—, San Francisco se mantuvo firme y esperó su momento.
Y ese momento tuvo nombre y apellido: Christian McCaffrey. El corredor estrella, ya recuperado de su lesión, volvió a ser el alma del equipo. Corrió, atrapó y bloqueó, con la complicidad de un George Kittle que también regresó encendido. McCaffrey anotó su primer touchdown antes del medio tiempo y dejó claro que la ofensiva aún tiene corazón.
La defensa tampoco se quedó atrás. Un fumble provocado por Bryce Huff frenó el intento de reacción de Penix y permitió que los Niners sumaran otro gol de campo antes del descanso. Con eso, se fueron al medio tiempo con la mesa puesta.
En la segunda mitad, Eddy Piñeiro siguió perfecto en goles de campo esta temporada y amplió la ventaja a 13-3. Los Falcons intentaron despertar con un chispazo de Robinson, que anotó el único touchdown de Atlanta, pero fue lo último que lograron mover. McCaffrey selló su noche con más de 200 yardas totales y un segundo touchdown, el golpe final que sentenció el marcador.
Y mientras las luces del estadio se apagaban, Kyle Shanahan respiró tranquilo. Criticado por su manejo del reloj en derrotas pasadas, el entrenador de los Niners mostró una versión más madura, más calculadora. Supo mantener el control, apoyarse en su defensa y volver al estilo que define a San Francisco: fútbol físico, inteligente y sin concesiones.
En resumen, los 49ers no solo ganaron el partido: recuperaron su identidad.
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