Por Bruno Cortés
A veces parece que en la Cámara de Diputados sólo se grita, se aprueban leyes a medias o se reparten culpas entre partidos, pero de vez en cuando, también se abren espacios para reflexionar sobre lo que realmente somos como país. Y esta semana, ese espacio no vino en forma de reforma, sino de fotografía y de resistencia indígena.
Todo comenzó con la inauguración de una exposición en San Lázaro: “Testigos de la historia: Fotoperiodismo en México”, impulsada por el diputado Ricardo Monreal Ávila y presentada por Rodolfo González Valderrama, el coordinador de Comunicación Social de la Cámara. ¿La intención? Hacerle un homenaje a quienes han capturado con su lente los momentos clave de la vida pública del país, esos que muchas veces ni el mejor discurso podría explicar.
González Valderrama habló de esta época como la del “Homo Vivens”, ese ser humano que vive conectado visualmente al mundo. Hoy todo queda registrado: una marcha, una injusticia, un momento de gloria o una denuncia. Y sí, la política también se hace con imágenes. No es casual que los fotoperiodistas tengan que encontrar “el” ángulo, “el” momento exacto donde se revela una verdad que incomoda, que emociona o que moviliza.
En esa misma lógica de visibilizar lo que muchas veces se ignora, San Lázaro también fue escenario del Segundo Encuentro Nacional de Pueblos Indígenas, encabezado por el diputado panista Asael Hernández Cerón, justo en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Porque sí, los pueblos originarios existen, resisten y exigen. Aunque a veces parezca que al Congreso se le olvida.
Durante el encuentro se realizó una ceremonia otomí, pero más allá del simbolismo, hubo exigencias concretas: que se respeten sus derechos, que se escuchen sus propuestas y que no se les siga tratando como un tema secundario o folclórico. El diputado Hernández Cerón reconoció que ya pasó el tiempo para legislar una ley reglamentaria del artículo 2° constitucional, ese que habla sobre los derechos indígenas. Y no, no es una cortesía del Estado mexicano; es un derecho que lleva décadas sin cumplirse.
También hubo voces fuertes desde las propias comunidades. Como la de Ivonne Arazola, mujer mexica, que denunció violencia hacia las mujeres indígenas y territorios tomados por el crimen organizado. O la de César Cruz Benítez, representante de la Organización para la Defensa de los Pueblos Indígenas, quien pidió resultados concretos, foros reales y no simulaciones, porque “la deuda histórica con los pueblos originarios sigue vigente”.
Y es ahí donde todo se conecta. Las imágenes que hoy cuelgan en las paredes del Congreso no sólo muestran presidentes, movilizaciones o sesiones legislativas. También muestran a esas mujeres, a esos pueblos, a esos momentos que no siempre aparecen en los boletines oficiales, pero que son parte de la historia nacional. Esa historia que duele, que lucha, y que todavía no se escribe con justicia.
Porque en el fondo, este tipo de eventos sirven para algo más profundo: recordarnos que la política no se hace sólo con leyes, sino también con memoria, con identidad y con el deber de mirar a quienes durante siglos han sido invisibles. Y eso, en un recinto como San Lázaro, ya es bastante.
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