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Diputados afinan ley de aguas y marcan ruta para 2026

 

En la Cámara de Diputados se viene una de esas sesiones en las que pasan muchas cosas al mismo tiempo, pero que en el fondo tienen un hilo conductor: decisiones que impactan de manera directa en la vida diaria de la gente, aunque en el lenguaje legislativo a veces suenen lejanas.

Primero, los diputados están listos para votar una moneda conmemorativa por el Bicentenario de la Consolidación de la Independencia de México en la Mar. Es un gesto simbólico, sí, pero también un recordatorio de cómo el Congreso suele usar estas efemérides para reforzar identidad histórica y acuerdos políticos.

Después viene algo que sí toca fibras más actuales: declarar 2026 como Año de Margarita Maza Parada. Y ojo, porque aquí hay un cambio de época. La presidenta de la Mesa Directiva dejó claro que se busca llamar a Margarita por su nombre completo y no como “Margarita Maza de Juárez”, subrayando un mensaje de igualdad de género desde la propia narrativa histórica que se enseña en escuelas. No es sólo una declaración: es una señal de cómo los legisladores intentan actualizar símbolos que antes parecían intocables.

La agenda también incluye ascensos dentro de la Armada de México, un trámite que suele salir sin ruido, pero que refleja la coordinación entre el Poder Legislativo y las fuerzas armadas para mantener operativa la estructura militar del país.

Y entre todo esto, un asunto clave: la próxima discusión sobre los vapeadores y una efeméride por el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Temas distintos, pero que entran al mismo paquete porque forman parte de una sesión que, según se anticipa, trae consensos en unas cosas y peleas en otras.

La gran discusión —la que ya calienta motores— es la Ley de Aguas. Aquí el ambiente está más tenso porque los cambios legislativos tocan directamente a casi 600 mil familias con concesiones de uso del agua y a todo el país de forma indirecta. Como bien dijo la presidenta de la Mesa Directiva, se trata de un tema que involucra agua, tierra y alimentos; un trinomio que afecta a cualquiera, viva en el campo o en la ciudad.

El fin de semana, representantes del sector campesino revisaron el dictamen que se pretende votar. Algunos pidieron retirarlo por completo; otros entregaron propuestas específicas. El Congreso les dio espacio, aunque muchos consideran que el tiempo para revisar el documento fue demasiado corto. Las inquietudes principales giran en torno a acaparadores de pozos, distribución desigual del agua y la ausencia de investigaciones que señalen a quienes controlan grandes volúmenes del recurso mientras comunidades enteras padecen escasez.

La respuesta desde la Cámara fue clara: el proceso todavía tiene dos etapas —comisión y pleno— y cualquier diputado deberá asumir la responsabilidad de su voto. Traducido al lenguaje ciudadano: si hay consecuencias, quedará claro quién las aprobó.

En paralelo, afuera del recinto también se mueven las fichas políticas. Morena prepara una marcha para el 7 de diciembre y, según sus propios líderes, “el tigre está despierto”. La presidenta de la Mesa Directiva respondió con mesura: todos tienen derecho a manifestarse sin ser reprimidos, acarreados ni agredidos. Que cada quien marche por convicción, no por obligación.

Sobre las remesas —que vienen a la baja—, la respuesta fue directa: México agradece el esfuerzo de quienes están en Estados Unidos, pero el verdadero camino es generar empleos bien pagados aquí, no depender eternamente del dinero que envían los migrantes.

Y mientras el país espera la designación de la nueva o nuevo fiscal general, la Cámara recuerda que la autonomía de la Fiscalía debe respetarse. Nada de fiscales de consigna ni persecuciones políticas: la demanda ciudadana es una fiscalía que garantice seguridad real.

Al final, entre leyes, efemérides, discusiones campesinas y marchas partidistas, queda una reflexión que la propia presidenta lanzó casi al cierre: ante cualquier caso polémico, siempre vale preguntar “¿dónde estaban las autoridades?”. Una frase sencilla, pero que resume lo que millones de mexicanos sienten cada día: que el gobierno —local, estatal o federal— debe estar ahí cuando las reglas se rompen y no llegar cuando el daño ya está hecho.

En estas sesiones, más que tecnicismos legislativos, lo que está en juego es cómo se traducen las decisiones del Congreso en la vida cotidiana de la gente. Porque al final, lo que se vota ahí arriba, se siente acá abajo.

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