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Senadora Mojica impulsa una reforma tributaria equitativa para los productores de mezcal.

Ciudad de México, 8 de octubre de 2025.— En el Senado de la República se armó un buen debate sobre cómo lograr impuestos más justos para quienes producen las bebidas que forman parte del alma mexicana. Bajo el título “Impuestos justos y cultura líquida: hacia un nuevo modelo fiscal para las bebidas con Denominación de Origen”, la senadora Beatriz Mojica Morga, del Grupo Parlamentario de Morena y presidenta de la Comisión de Cultura, convocó a legisladores, investigadores y productores a repensar el modelo tributario que hoy, dicen, castiga más al que menos tiene.

Desde el arranque, Mojica puso el acento en algo que los mezcaleros llevan años diciendo: el sistema actual del IEPS les está pegando duro. “Hasta el 80 % del precio de una botella de mezcal son impuestos”, soltó. Eso, explicó, vuelve el producto más caro para el consumidor y deja en desventaja a los productores artesanales frente a las grandes marcas industriales. Su propuesta es sencilla pero de fondo: que los impuestos reconozcan el valor cultural y el esfuerzo detrás de cada botella, sin frenar la recaudación ni castigar al campo mexicano.

Durante la primera mesa de trabajo, titulada “Reforma fiscal y justicia tributaria en el sector de bebidas alcohólicas”, el investigador José Luis Clavellina Miller, del CIEP, propuso darle la vuelta al modelo ad valorem —ese que cobra según el precio del producto— y pasar a uno ad quantum, donde lo que se grava es el volumen de alcohol. “Así pagaría lo mismo una bebida con el mismo grado alcohólico, sin importar si cuesta 200 o mil pesos. Lo que maximiza la recaudación es un impuesto por mililitro”, explicó.

Héctor Oscar Hernández García, director del Consejo Mexicano Regulador de la Calidad del Mezcal, secundó la idea y pidió que el marco fiscal sea una “palanca de desarrollo, no de fuerza”. Recordó que el consejo agrupa a más de 12 mil productores, la mayoría del campo, y que muchos aún enfrentan retos para formalizarse. “No queremos dádivas, queremos condiciones justas para crecer”, dijo.

El economista Gabriel Farfán Mares puso el contexto internacional sobre la mesa: mientras América Latina sigue clavada en los impuestos al valor, Europa hace años migró al modelo ad quantum, donde se cobra por grado de alcohol y se protege a los productos con denominación de origen. “México va por ese camino”, aseguró, “y es un paso necesario para equilibrar salud pública, recaudación y justicia fiscal”.

En la segunda mesa, “Cultura líquida y desarrollo regional: identidad, género e incentivos fiscales”, se habló del mezcal no solo como bebida, sino como motor cultural y social. Yolanda Ruiz, presidenta nacional de la Asociación de Mujeres del Mezcal y Destilados de México, recordó que gracias a la coordinación entre gobierno, academia y sociedad civil, en Guerrero se han logrado casi cien certificaciones en apenas cuatro años, algo que antes tomó tres décadas. “Eso demuestra que sí podemos formalizarnos y crecer sin perder nuestra esencia”, señaló.

Francisco Herrera Tapia, investigador de la UAEMéx, puso el foco en los productores del sur del Estado de México: unos 700 mezcaleros repartidos en quince municipios que, con sus saberes, mantienen viva una tradición con siglos de historia. Propuso crear una escuela de ecotecnias y formación empresarial para que los productores aprendan a certificar, costear y registrar sus propios procesos.

El cierre lo dio Beatriz Vanessa Valenzo Campos, presidenta de la Asociación de Mujeres Productoras y Empresarias del Maguey y Mezcal en Guerrero, con una frase que resumió el sentir general: “Si una bebida tiene el mismo grado de alcohol, que pague lo mismo; así de sencillo, eso es piso parejo”. Respaldó la propuesta de Mojica para reformar el IEPS y dar un respiro a los pequeños productores que, con sus manos, siembran, cortan y destilan el mezcal que nos representa en el mundo.

El foro terminó con una degustación de bebidas tradicionales, en la que los participantes brindaron por un futuro fiscal más justo, más parejo y más mexicano. Porque, al final del día, se trata de eso: que el trabajo artesanal valga lo que realmente vale, y que el impuesto no se lleve la esencia del mezcal ni el sustento de quienes lo producen.

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