Por Bruno Cortés
En medio de una mañana cualquiera en el Congreso, cuando los discursos suelen sonar lejanos a la realidad de la gente, una voz desde Oaxaca rompió con lo habitual. Margarita García García, diputada del Partido del Trabajo y secretaria de la Comisión de Salud, no usó rodeos ni maquilló sus palabras. Frente a los micrófonos, puso sobre la mesa un tema que duele y arde: la crisis en los hospitales del estado que representa.
Con tono firme, denunció que el personal médico y de enfermería de Oaxaca está trabajando en condiciones inaceptables. No es novedad que hay carencias en el sector salud, pero lo que Margarita describió parece salido de un escenario que uno esperaría en una película sobre abandono institucional: hospitales sin medicamentos, sin insumos básicos, sin gasolina para ambulancias y, para colmo, con despidos injustificados de trabajadores que apenas sobreviven en esas trincheras.
Y no es que no lo haya dicho antes. La diputada lleva tiempo exigiendo respuestas claras al IMSS, al ISSSTE y, en especial, a IMSS-Bienestar, el programa estrella del gobierno federal para garantizar atención médica gratuita. Pero hasta ahora, según ella, los titulares de esas dependencias ni la escuchan ni se presentan a rendir cuentas.
“Parece que tienen miedo de ver de frente lo que está pasando”, dijo la legisladora. Y remató con una frase que resonó fuerte: “Si no puede, que renuncie”, refiriéndose directamente al director de IMSS-Bienestar, Alejandro Svarch Pérez.
¿Y qué está pasando exactamente? Médicos y enfermeras han tenido que paralizar sus actividades. No por protesta política, sino porque simplemente no tienen con qué trabajar. Imagínese entrar a un hospital y que no haya jeringas, medicamentos básicos o camillas en buen estado. En el Hospital de Especialidades de Oaxaca, por ejemplo, se denuncian al menos 23 despidos que, según García, no tienen justificación. Y en el centro de salud de la colonia Estrella, ni gasolina tienen para mover una ambulancia.
García fue clara: esto no es un berrinche de legisladora. Ella misma ha estado en esos hospitales, ha visto la falta de equipo y ha escuchado las quejas directamente del personal. Y por eso insiste: no se puede seguir callando ni solapando a funcionarios que no están haciendo su trabajo. Si el gobierno confió en ellos para llevar las riendas de un sistema de salud que ya venía en crisis, lo mínimo que se espera es que respondan con resultados, no con silencio.
La diputada también apeló directamente a la presidenta Claudia Sheinbaum, reconociendo su intención de mejorar la situación, pero exigiendo que los funcionarios que no dan el ancho sean removidos. Porque, como se dice en Oaxaca —y como ella misma citó—, de nada sirve ser “alcahuetes” de quienes no cumplen con su responsabilidad.
Mientras tanto, en los hospitales de Oaxaca, los médicos siguen esperando respuestas. Y los pacientes, soluciones. Porque cuando la salud pública se deteriora, no se trata de números ni de discursos: se trata de vidas. Y eso, como bien dijo la diputada, ya no puede esperar.
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