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Ron Johnson, nuevo embajador de EU, llega a México con mano dura y un mensaje claro: respeto y cooperación

Ron Johnson, exagente de inteligencia y mano derecha de Donald Trump, está a punto de asumir oficialmente como embajador de Estados Unidos en México. Su llegada no es cualquier cosa: aterriza en territorio mexicano con una misión espinosa y un historial que impone. Para Claudia Sheinbaum, la nueva presidenta de México, la bienvenida incluye una petición firme: “respeto y colaboración”, sin margen para improvisaciones.

 

La relación entre ambos países ya viene con cicatrices. Los aranceles, las tensiones diplomáticas con el exembajador Ken Salazar y las críticas a las reformas del gobierno anterior dejaron un ambiente complicado. Pero ahora, con un nuevo rostro en la Embajada, también llegan nuevos retos y expectativas.

 

Johnson no es ajeno al mundo de las tensiones. Exmiembro de la CIA, fue embajador en El Salvador, donde trabajó de cerca con el presidente Nayib Bukele en temas de seguridad y combate al narcotráfico. Su perfil es de acción: decisiones firmes, sin medias tintas, y alineado completamente con la agenda de seguridad de Donald Trump.

 

Durante su audiencia en el Senado estadounidense, dejó claro cuáles serán sus prioridades: desmantelar cárteles, frenar el flujo de drogas y proteger a ciudadanos estadounidenses en México. Así lo dijo sin rodeos:

 

“Trabajaré con las autoridades mexicanas para desmantelar los cárteles de la droga que siembran violencia y enfrentar el azote de las drogas ilegales”.

 

La presidenta de México no ha dudado en marcar su línea desde el principio. Tras confirmar la llegada de Johnson, insistió en que el diálogo será directo, pero con reglas claras: no más llamadas a media noche a secretarios de Estado y nada de decisiones unilaterales sobre seguridad.

 

“Será recibido. Pero lo que siempre vamos a pedir: respeto, respeto y colaboración en el marco de nuestra Constitución”, afirmó Sheinbaum.

 

En otras palabras, se acabó el estilo “de cuates” que marcó la era Salazar. Ahora todo será canalizado a través de la Cancillería, en una relación mucho más institucional que personal.

 

Expertos internacionales advierten que la llegada de Johnson podría redefinir la manera en que ambos gobiernos manejan temas espinosos como el tráfico de fentanilo, la migración, el comercio bilateral y las amenazas de aranceles.

 

Norma Soto, catedrática de La Salle, advierte que la figura de Johnson es más rígida y profesional, lo cual podría ayudar a tener resultados concretos, pero también generar fricciones si no se respetan las reglas del juego.

 

“Viene con una línea de acción clara, sin contemplaciones. No viene a hacer amigos, viene a trabajar”.

 

Para México, mantener una buena relación con su principal socio comercial no es opcional. El T-MEC ha blindado parte del comercio bilateral, pero aún hay sectores vulnerables como el acero, el aluminio y la industria automotriz. Trump ya advirtió que podría imponer aranceles si no ve resultados en su lucha contra los cárteles.

 

Y en ese contexto, Sheinbaum tiene que jugar con inteligencia: defender la soberanía mexicana, pero sin cerrar las puertas al diálogo.

 

Todo indica que Johnson será un embajador diferente. No se moverá por afinidades políticas ni por amiguismos. Se enfocará en los objetivos estratégicos de Washington. Por eso, la clave estará en el equilibrio: firmeza sin confrontación, diplomacia sin sumisión.

 

La presidenta Sheinbaum ya dio el primer paso al poner sobre la mesa su mensaje de “respeto y colaboración”. Ahora queda ver si Ron Johnson sabe leer las señales y construir una relación funcional… aunque esté lejos de ser cálida.