Por Bruno Cortés
Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado y de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, abandonó por unos días el estrado político para pasear por las calles adoquinadas de Roma. Según sus propias declaraciones, pagó íntegramente su viaje en clase turista, sin costo para el Senado. Sin embargo, la elección del destino y la narrativa de austeridad que abandera desde la tribuna revivieron una controversia que ya parece costumbre.
Las redes sociales, especialmente X, reaccionaron de inmediato. No faltaron las bromas y los señalamientos de incongruencia: “austeridad sí, pero en Montezuma’s Revenge”, ironizaban algunos usuarios. Frente a las críticas, Fernández Noroña respondió con su habitual tono desafiante: “Ahora que viajo en turista, el problema es que salga del país… Están perdidos. Es injusto, pero mi viaje no le costó al Senado ni un centavo”.
Lo llamativo no es solo que Fernández Noroña viaje, sino que lo haga, una vez más, a Europa. En marzo fue Estrasburgo y ahora Roma. Hasta ahora, no hay registro público de viajes suyos a Estados Unidos en este mismo periodo legislativo, lo que plantea una duda razonable: ¿por qué la evidente preferencia por el Viejo Continente? ¿Qué tiene Roma que no tenga Washington?
La respuesta podría estar en las tensiones diplomáticas que ha protagonizado recientemente. El pasado 6 de junio, el embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, canceló una reunión previamente acordada con Fernández Noroña. Aunque no se ofreció una razón oficial, medios como El Universal sugieren que declaraciones provocadoras del legislador mexicano, como la sugerencia de que el suroeste de Estados Unidos “debería volver a México”, pudieron influir en la decisión.
Además, su enfrentamiento público con el senador republicano Eric Schmitt por el tema de los impuestos a las remesas mexicanas elevó aún más el tono de confrontación. No es menor recordar que en 2022 se propuso revocarle la visa por posturas “pro-rusas”. El silencio actual sobre sus posibilidades de viajar a territorio estadounidense podría ser una estrategia de precaución más que una casualidad.
Mientras tanto, Europa ofrece un terreno más amable para el presidente del Senado. Los mexicanos no necesitan visa para estancias cortas en el espacio Schengen, los aeropuertos europeos no le representan riesgos diplomáticos, y las cámaras locales no lo persiguen con la intensidad de los medios norteamericanos. Roma, con sus fuentes barrocas y ruinas imperiales, es también un escenario libre de embajadores molestos y senadores conservadores.
Sin embargo, estas elecciones de destino no están exentas de crítica. Fernández Noroña es una figura clave de la Cuarta Transformación, un proyecto político que ha hecho de la austeridad una de sus banderas más visibles. Si bien afirma haber costeado el viaje de su propio bolsillo, la percepción pública importa, y más aún cuando se preside la Comisión Permanente en un periodo legislativo clave.
En última instancia, Fernández Noroña tiene todo el derecho a viajar y descansar, siempre que no afecte su labor legislativa. Pero la pregunta sigue en el aire como una estatua de Bernini en pleno Vaticano: ¿es Europa su refugio cultural o su salida diplomática ante una realidad incómoda con el vecino del norte? Lo cierto es que mientras siga eligiendo Italia sobre Texas, la narrativa de congruencia seguirá enfrentando turbulencias.
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