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Ocosingo, Chiapas; entre los zapatistas y Zedillo

Historias de Periodistas

Angélica Beltrán, Noticias de México

Chiapas, México (Giras, año 1997) Estamos en espera de un nuevo aviso, tal vez haya cambios en la gira del presidente Ernesto Zedillo al municipio de Sabanilla en Chiapas; no es raro, así ha sido en las tres ocasiones anteriores en que ha visitado el estado. Los cambios son repentinos por la propia seguridad del Ejecutivo, sobre todo porque en esta entidad hace cuatro años, fuerzas rebeldes denominadas Ejército Zapatista de Liberación Nacional declararon la guerra, y a la fecha no se ha resuelto esa situación.

Me ha tocado cubrir la información en esas tres ocasiones. La primera visita presidencial, desde la llegada de Roberto Albores a la gobernatura fue al municipio más grande de la entidad, Ocosingo, reconocido por sus quesos, los mejores de la entidad y quizá también del país.

En la nota de ese día tuve que interpretar para mostrar que en las acciones de ambos mandatarios existía el espíritu de paz que «anhelaban todos los chiapanecos». La entrada fue la siguiente:

En su visita por el municipio de Ocosingo, el presidente Ernesto Zedillo y el gobernador Roberto Albores cortaron el listón verde, que simbolizó esta tarde la paz para Chiapas, acto con el cual se inauguró el octavo plantel en el estado del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep).

En esa gira el presidente habló por los micrófonos de la radiodifusora de Ocosingo y recorrió las calles, saludó a los pobladores que se volcaron en su afán por verlo y tocarlo. Esa fue una ocasión digna para redactar una crónica.

La información quedó más o menos así:

OCOSINGO, CHIS., 28 de abril de 1998.- Lo que otrora fue escenario de conflictos armados se convirtió esta tarde en el centro de una verdadera fiesta popular, con la llegada del presidente de México, Ernesto Zedillo, quien luego de inaugurar la Universidad de la Selva y el Conalep del lugar, envió a la comunidad chiapaneca un mensaje de paz a través de la estación XEOCH de Ocosingo.

«No hay violencia buena, toda violencia es mala», declaró en la misma radiodifusora que, había sido tomada cuatro años antes por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el que entonces declaró la guerra al presidente en turno y al Ejército Nacional.

A las afueras de la estación, donde fueron colocadas algunas bocinas, decenas de personas se congregaron para escuchar el mensaje de reconciliación; la mayoría de ellas no creía que el presidente estuviera hablando en vivo y directo; pero tanto señoras con sus hijos cargados a la espalda, señores con sombrero de palma, jóvenes estudiantes y niños descalzos, todos ellos ataviados con sus coloridos vestidos de diario, aguardaron pacientes a que el mandatario saliera para verlo pasar.

Cuando salió el presidente de la estación, el público aplaudió espontáneamente, simplemente porque así lo sintió, gesto que el mandatario agradeció y lo condujo a saludar de mano a las personas que se colocaron en las banquetas, formando una gruesa valla humana.

Otros tantos salieron a sus azoteas y balcones y saludaron al presidente con la mano en alto, le echaron porras y le aplaudieron; mientras que el resto de la población caminó a paso veloz con él hasta el zócalo del lugar, donde cooperativas populares lo esperaban con mantas de bienvenida.

Por las calles del centro de Ocosingo el presidente Zedillo no escuchó demandas, únicamente saludos y hasta recibió invitaciones de los comerciantes para que éste pasara a sus negocios a tomarse un café, un jugo o un helado, en esa calurosa tarde de primavera en las inmediaciones de la Selva Lacandona.

Los corazones de quienes acompañaron al jefe del Ejecutivo durante su andar, palpitaron debido al troté rápido y la emoción de tener a un personaje público en su lugar de origen, donde casi nunca sucede nada extraordinario.

Ya para despedirse, el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León saludó con los brazos en alto a todos aquellos que lo miraban desde las alturas. Abordó una camioneta color esmerada y dejó tras de sí a personas que, con un intenso brillo en los ojos, se quedaron diciendo: «Yo sí lo saludé», «Conmigo hasta platicó»… y frases por el estilo.

La segunda gira de trabajo a Chiapas fue en mayo de ese año al municipio de Chanal. Ahí la información estuvo muy buena. El presidente de la República se dirigió directamente a los zapatistas, los exhortó a dejar atrás los rencores e iniciar el diálogo con las instituciones.

Ya en el patio del centro de salud con hospitalización, que ese día inauguró, y frente a un nutrido grupo de tzeltales de todas las edades –que formados con antelación fueron exhaustivamente revisados por miembros del Estado Mayor Presidencial– el mandatario dijo: «A quienes se inconformaron por causas justas, pero tomaron el camino equivocado de la violencia, sepan que entre mexicanos no debemos vernos como enemigos.

 Pidió al EZLN reflexionar sobre los años que han transcurrido, los cuales prueban que «la solución al conflicto no está en la alianza con quienes habiendo estado en la gestión del problema, hoy quieren aparentar que están por encima de él».

El presidente Zedillo no dio nombres de los que refirió: «se amparan en su jerarquía y promueven la división, el odio y la discordia y se sirven de instituciones defensoras de derechos humanos para alentar a que extranjeros se involucren en asuntos que sólo competen a los mexicanos»; pero aún así, su mensaje fue directo y contundente.

Por su parte, la población recibió al mandatario con dos enormes mantas que rezaban: «bienvenido Sr. Presidente Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León, el pueblo de Chanal lo recibe con los brazos abiertos», la otra decía: «Sr. Presidente, su visita fortalece nuestro municipio».

En esa ocasión el mandatario inauguró un tramo de carretera que conectaría al municipio con el poblado denominado La Grandeza, además de una clínica con hospital, que sería de gran ayuda para la población de Chanal, de cerca de cuatro mil habitantes, de los cuales sólo el 20 por ciento contaba con servicios de salud a través de 150 unidades médicas fijas y más de 80 unidades móviles.

En el acto quedó de manifiesto por parte de los pobladores que se carecía de agua potable y que bebían agua de lodo de un riachuelo insuficiente para la comunidad.

El Paraíso

Esa mañana el día amaneció fresco; el sol apenas calentaba un poco, pero no lo suficiente como para que los integrantes de la comitiva de prensa oficial dejáramos de titiritar de frío.

Habíamos salido con un día de anticipación de la ciudad capital, Tuxtla Gutiérrez, a fin de no tener contratiempos en la gira presidencial; ya que las distancias son muy grandes. Las carreteras están en malas condiciones y además, los lugares a visitar, por lo general, son sitios perdidos en la sierra, la selva o las montañas; y esta no era la excepción.

Zedillo, el presidente de México y el gobernador del estado Roberto Albores se encontrarían en El Paraíso, comunidad del municipio de Sabanilla, al norte del estado chiapaneco. Ambos llegarían por su lado, en sus respectivos jets privados.

 Regularmente somos cuatro los reporteros que viajamos juntos, las más de las veces en la combi del Canal 10 de la televisión gubernamental. Vamos un reportero de prensa escrita y otro de T.V., quien también manda información a la radio; el fotógrafo y el camarógrafo, además del chofer.

La noche anterior la pasamos mal; pues dormimos a mitad del patio de uno de los únicos dos hoteles del municipio de Yajalón, a unas horas del lugar donde se efectuaría el acto al día siguiente. Era el sitio más cercano con ciertos servicios, pero ya no había habitaciones en ése, ni en el otro hotel del pueblo. Todo había sido ocupado por los hombres del Estado Mayor Presidencial.

El encargado del «mejor» hotel, gracias a la gestión de los achichincles del munícipe del lugar, sacó tres catres y un colchón al patio, para que durmiéramos, aunque fuera unas cuantas horas, pues ya era más de media noche y saldríamos a las 6 de la mañana.

Yo elegí el colchón; mis tres compañeros, los catres: Don Víctor, fotógrafo de la Coordinación; El Chamuco, reportero del canal 10; Fredy, el camarógrafo, y Luz Clarita, como le dicen al chofer.

 Ellos juntaron los catres formando una gran cama. siendo todos ellos varones, vacilaron conmigo, persuadiéndome de que durmiera a su lado, un tanto en broma y un poco en serio, sobre todo porque hacía mucho frío; de cualquier manera, dormí sola, aunque ese tipo de comentarios nos divertían mucho.

Nos bañamos muy de mañana y salimos con rumbo hacia el Paraíso, a unas ocho horas de nuestro punto de partida. Ya habíamos recorrido unas seis o siete horas el día anterior, pero aún faltaba un trecho considerable.

Con los nervios de punta por el temor de no llegar a tiempo, viajamos a gran velocidad atravesando ríos de agua cristalina y poblados olvidados por la civilización.

El cielo se nos presentó majestuoso y de un pulcro y delicado azul que ya es ajeno en la capital del país, a donde yo pertenezco. Durante el camino, los paisajes se posaron ante mis ojos tal como parte de un mundo desconocido. Mi sorpresa era ambivalente; por una parte, sentía admiración por esa hermosa tierra virgen, pero por el otra, sentía pena porque todo aquello había sido olvidado desde el tiempo de la Colonia española.

Continúa….

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