• 23 de abril de 2024 22:56

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La espía nazi que conquistó a los poderosos de México para ayudar a Hitler

CDMX, 24 de enero del 2022.- Era rubia, alta, de ojos azules y lealtad inquebrantable: el ideal femenino del Tercer Reich. Su nombre era Hilda Krüger y fue el puente entre México y la Alemania nazi.
Los mexicanos crecen con la idea de que su país no tuvo una participación protagónica en la Segunda Guerra Mundial. En la escuela y los libros de texto, se transmite la versión de que México fue casi un cero a la izquierda en el conflicto, salvo por el escuadrón de aviones que envió en 1945 para liberar una isla de las Filipinas.
La realidad, sin embargo, dista mucho de la historia oficial. Sin el apoyo de altos funcionarios mexicanos —como el expresidente Miguel Alemán—, el régimen nazi quizá no habría fabricado tantas bombas.
La clave en esta historia fue Hilda Krüger, una mujer que dejó su incipiente carrera en Hollywood para integrarse al Tercer Reich como la espía oficial de Hitler en América Latina, particularmente en México, país que, por su cercanía económica y geográfica con Estados Unidos, resultaba estratégico para las naciones del Eje.
De acuerdo con el libro Hilda Krüger. Vida y obra de una espía nazi en México (2016), esta rubia tejió una red de contactos entre los círculos de poder de México, donde se movían políticos, empresarios, diplomáticos, militares y hasta actores de la Época de Oro, como Cantinflas.
Gracias a sus acciones de espionaje y estrategia, se estableció un contrabando entre México Alemania a través de Panamá para transportar insumos para el régimen de Hitler, como petróleo, mercurio y tungsteno. Estos dos últimos elementos fueron sumamente codiciados durante la Segunda Guerra Mundial, ya que se utilizaban para fabricar bombas y blindar vehículos, tanques o aviones.

«Los grandes secretos de los políticos se consiguen en la cama; la función de Hilda era averiguar qué tan dispuestos estaban a seguir mandando petróleo a Alemania, porque con Lázaro Cárdenas se habían detenido las exportaciones», asegura el periodista mexicano Juan Alberto Cedillo, autor de ese libro y de otros como Los nazis en México (2007).

Cedillo tuvo acceso a documentos resguardados por la Secretaría de la Defensa Nacional, el Archivo General de la Nación de México, el FBI y Washington. Y tras varios años de investigación periodística, concluyó que Hilda Krüger fue mucho más que una simpática alemana que se colaba a las fiestas y los eventos de los poderosos.

Ataques a EEUU desde Monterrey

De acuerdo con información obtenida por el reportero, la ciudad mexicana de Monterrey fue una base de operaciones de los Países del Eje para atacar a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
«Aquí [en México] tuvimos al empresario [de origen alemán] Guido Moebius, quien tenía un emporio en una fábrica llamada Apolo. Este señor financió una pequeña guerrilla formada por ciudadanos alemanes, otros italianos, menos japoneses y una gran cantidad de mexicanos. Ellos se entrenaron paramilitarmente en la meseta Chipinque y después cruzaron la frontera a través de Texas para realizar actividades de sabotaje contra oleoductos, industria y petroquímicas», dice Cedillo.
El Gobierno estadounidense siempre ocultó los ataques porque no quería que su pueblo supiera que estaba siendo agredido en su propio territorio. Según Cedillo, era una forma de mantener arriba la moral frente al conflicto bélico, que concluiría con la derrota del régimen nazi a manos de los Aliados.

Romances con poderosos

De acuerdo con el libro, Hilda Krüger mantuvo romances con diferentes funcionarios mexicanos, entre ellos Miguel Alemán, quien sería presidente de 1946 a 1951, justo en la etapa posterior a la guerra. Él fue quien abrió México al mundo a través de políticas de apertura comercial y liberalismo económico, una visión muy diferente a la del proyecto de nación que había ideado Lázaro Cárdenas.
La espía alemana también guardó una relación íntima con el capitán Bolívar Sierra, quien fue una pieza clave para el trasiego ilegal de mercurio entre los nazis y México, indica Cedillo.
«Como a Hitler le interesaban recursos mexicanos, en lugar de mandar al ejército nos envió a una rubia que se colara en los círculos del poder. Creyó que así podía tener más éxito», detalla el periodista mexicano.
Cedillo sostiene que la espía de Hitler tuvo un romance con Cantinflas desde 1941 e incluso asegura que ella fue el enlace para que el actor mexicano traficara con obras de arte provenientes de Europa en Estados Unidos.
La investigación concluye que una gran cantidad de políticos y militares mexicanos tenía una gran afinidad por Alemania. Algunos extendían su simpatía por interés económico; otros, por convicción política. Hilda Krüger llegó a conquistar a todos.

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